El cineasta Camilo Restrepo muestra el registro sensible de un periodo definido por la violencia. Su premisa: 70 años de conflicto armado en Colombia ha dejado un rastro que no incumbe totalmente al testimonio de la palabra. Este rastro comunica a través del silencio, la huella y el error, un mensaje que busca liberar y luchar en contra de las lógicas de violencia y olvido.
Las anécdotas son sencillas en apariencia y van directo al punto focal de Restrepo, cuestionar a través de un registro cinematográfico aquello que la guerra tiene en su poder. Con un tono ensayístico gracias a una voz que focaliza relatos de una sociedad colombiana que comparte la violencia de manera simultánea al color y las formas que habitan sus calles.
Cuando la imagen de un periódico sale deteriorada por la tinta, borrosa o difuminada, queda inservible por la ilegibilidad del contenido, pero Restrepo con agudeza observa otra legibilidad en esos errores de impresión. Acaso, se pregunta un Restrepo narrador, si olvidamos el contenido de los periódicos y miramos solo las imágenes, ¿estas podrán decirnos algo que aún no alcanzamos a verbalizar? Estos periódicos también son vendidos para envolver fruta en mercados, encuentran otro uso, en el ciclo del valor valorizándose. En Medellín, la imagen de un río con agua roja a causa de las fábricas textiles, despierta el interés de los periodistas. Son este tipo de imágenes las que ejercita el director colombiano.
La ilegibilidad, la huella, el símbolo. Hay fronteras invisibles en las calles de Colombia marcadas por pequeños signos en rojo que la gente aprendió a leer. Una lucha de signos que ocurre en la arena de las ciudades. Esas mismas marcas son los lugares donde el grupo “toque de salida” organiza conciertos. Un preso nos relata cómo y qué ha perdido dentro de la cárcel; el plano detalle detiene la duración en las líneas de expresión que dibujan una figura en su cuerpo. La imagen del tatuaje hecho por otro preso, ahora habla a través del cuerpo. Una memoria histórica que expone sus silencios a través de líneas vitales.
Universos que muestran para expresar y le arrebatan a la palabra su dominio. Aunque esta también aparece en el trabajo de Restrepo. Como directriz de las historias o en una banda punk, que combate con lirismo y se deja llevar entre primerísimos planos.
La palabra ‘impresiones’ en el título apela a dos campos semánticos. El primero, a la fuerza de una técnica para grabar en un material básico una realidad históricamente dada. El segundo, a la memoria, por obviedad: colectiva, pero también individual. Restrepo despierto a la semántica, juega con las imágenes, las conjeturas y sus posibles respuestas. Casi como un sociólogo, admite al espacio como lucha de sentido total y a la experiencia de observación como parte de su trabajo audiovisual. Fenómenos indetectables por un exceso de visibilidad: los taxis amarillos de Pablo Escobar en los años ochenta. Autos que cambiaron de negro a amarillo y dieron al paisaje un nuevo color, al mismo tiempo, quizá, servían de ojos al líder de narcotraficantes. Marcas sensibles de una guerra. Muros invisibles, líneas y palimpsestos que cambian de colores y encuentran en Camilo Restrepo su dimensión estética en planos cinematográficos.
Por Carlos Rgó (@Rgock)
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