‘Eso’: el cuento de hadas macabro

Antes que nada debemos aceptarlo, la primera versión de Eso (It, 1990) tiene más nostalgia que calidad. Es verdad que la personificación de Tim Curry como Pennywise está grabada con letras de sangre en la historia de cine de horror; pero fuera de eso hay poco. Por esas carencias es que Curry brilla, pues ante la falta de presupuesto para grandes efectos, el mal personificado como un payaso no sólo debería ser creíble, sino vital.

Así como en la novela original de Stephen King, han pasado 27 años, y ahora el mal que azota a Derry ha regresado. En esas casi tres décadas el mundo ha cambiado, y la manera en que consumimos historias ha dado un gran salto, aún no sabemos en qué dirección, pero era indispensable que este “Eso” poco tuviera que ver con el pasado; afortunadamente, se logró.

La nueva entrega, dirigida por  Andy Muschietti, dicta desde el primer momento su distancia con respecto a la miniserie dirigida por Lee Wallace, sin embargo, en la longitud, hace también homenaje, pues sabe que el público poco podrá olvidar esa entrega. La secuencia inicial es la hoy clásica de Georgie, el bote y la alcantarilla; así, la aparición del payaso Pennywise, ahora interpretado por Bill Skarsgård, no sólo es referencial, sino escalofriante. La tecnología es capaz de otorgarnos un monstruo perturbador, cercano a lo más recóndito de la imaginación de King. Por lo mismo, es difícil hablar de una interpretación de Skarsgård, pues son pocos los momentos sin CGI en pantalla. Resulta inútil compáralo con Curry, pues sus payasos son lo opuesto. Y ninguno es mejor que el otro, ambos tendrán sus puntos altos y bajos, y el nuevo será capaz, como el viejo, de dejar huella en la generación a la que pertenece.

Pero, por difícil de creer, el punto fuerte de Eso no es el horror, por el contrario, ahí están muchas de las flaquezas de la cinta. Pero, siendo honestos, la novela misma no es una historia del género. Es un cuento de hadas macabro, como las versiones medievales de las princesas de Disney, donde la sangre es amenaza latente. El paso de la niñez a la pubertad es uno difícil, pues el descubrimiento de Eros a veces disminuye el temor al Thanatos. Pero el juego y romance entre estos es lo que provoca tantos miedos, virtudes e historias por contar. Así, la película se concentra en la aceptación de ambos misterios de la vida por un grupo de infantes, que lo mismo aceptan y descubren su cuerpo, y el de otros, que se dan cuenta de la fragilidad de la vida.

La amistad es lo que mueve a la película, no el horror o la pretensión de crearlo. Así, esta entrega se parece mucho más a Cuenta conmigo que a otra historia de King. Y la presencia de Finn Wolfhard, más todos los easter eggs que aparecen en varias secuencias, hacen de la película una versión más madura de Stranger Things. La parte infantil de la historia, a diferencia de la novela y la adaptación pasada, se desarrolla en los años 80, no en los 60, por lo que hay siempre algún punto del cuadro, o de los diálogos, que evoquen a cierto elemento de la cultura pop. Sin embargo, la cinta no se queda en la inocencia, pues profundiza en temas de violencia infantil que en el pasado no se podían retomar; en ese sentido es más atrevida y fiel al texto, recitando el mantra de que los males que azotan a la sociedad muchas veces son más espantosos que los monstruos; y lucen mucho más amigables que un payaso. Así, la dimensión política que King evoca, en cuanto a la discriminación, el abuso, la depresión y el acoso, es vital para la película, lo que la coloca en el mismo plano de otras adaptaciones inteligentes como Carrie (de Brian de Palma) y no una simple secuencia de escenas de sustos.

Esa es la parte contradictoria, y que tal vez, moleste a muchos de la cinta. Su tono infantil hace del horror una secuencia de imágenes infantiles, rememorando la serie Escalofrios de los años 90; donde con planos holandeses y casas de cartón macabras, se busca convencer a la audiencia de que hay algo escalofriante tras la puerta. Viéndolo desde una perspectiva adulta, salvo la primera secuencia, Pennywise luce poco terrorífico; pues se dedica más a ser un collage de horrores evocados de otras cintas, que una presencia maligna por sí mismo. Pero ese no el punto de vista de la cinta. Por lo mismo, además de una estrategia de marketing y ventas, la película se concentra en la vida de un grupo de amigos, en la odisea infantil de los desadaptados, en los juegos de verano y en la sociabilización pérdida de la vieja época.

Una cinta que evoca al grupo que al individuo, donde se pierde el protagonismo único y se logra la conjunción de todos los elementos, con su debido espacio y tiempo. Y ahí el gran acierto del cast cobra importancia, pues su carisma y desenvoltura logra que la nostalgia de la infancia se proyecte de la pantalla a la audiencia. Una verdadera cinta generacional, que no sólo rinde tributo a una historia que marcó época, sino que es capaz de crear su nueva mitología, unir a una audiencia con las nuevas formas del cine y darle vida, y taquilla, a un cine que es necesario. Uno sincero, sin pretensiones y que busca, antes que nada, contactar con quién lo mira.

Por Ali López (@al_lee1)

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