MUBI Presenta: ‘Cochochi’ de Israel Cárdenas & Laura Amelia Guzmán
En medio de una comunidad indígena que habita los bosques y los peñascos de la cadena montañosa de Chihuahua, la vida es exactamente igual que en cualquier parte del mundo. Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán nos traen un mensaje desde los confines de los poblados rarámuris, que a simple vista parecería estar limitado por la barrera del lenguaje (ya que la mayor parte de la película está hablada en el idioma del lugar) o por la ignorancia general acerca de la vida rural; Cochochi (2007), sin embargo, prueba lo contrario y se transmite sin interferencia.
La ópera prima de esta pareja, estrenada en Venecia durante 2007, es protagonizada por dos hermanos recién graduados de la primaria: Evaristo, quien desea continuar sus estudios y Tony, quien —a pesar de haber ganado una beca— prefiere dedicarse al trabajo en el campo. Ya que han terminado la escuela, el abuelo les pide que lleven medicinas al otro lado de la sierra. Sabiendo el largo camino que les espera, piden prestado el caballo de la familia y la rotunda negativa no los detiene. Pronto están cabalgando a su destino. En un tramo complicado, deciden ir a pedir indicaciones; desafortunadamente, al volver al lugar donde habían amarrado al caballo, descubren que el animal ya no está. Evaristo decide continuar con el encargo de las medicinas, pero Tony prefiere ir en busca del caballo que, asegura, fue robado. Así que, separados, recorrerán sendas muy distintas.
Este filme, casi documental, de las lejanas tierras tarahumaras, aparenta ser no más que un contacto con aquellas culturas que nos son ajenas; sin embargo, su verdadera calidad ficticia nos conquista porque nos deja ver que el espíritu humano es universal. El guión y la fotografía —hechos también por la pareja de directores— mantienen a su manera esa dualidad de hechos novelizados, ahora mostrándonos las costumbres de aquellos pueblos, ahora conectándonos con las emociones que atraviesan a los niños. Los encuadres nos dejan apreciar la vegetación y el clima de la región, sus colores y su gente, pero jamás lo han de hacer subyugando a las facciones de los personajes, ni poniendo en duda su protagonismo, como podría haberlo hecho un documental. Y a su vez, el guión no sacrifica, por el bien de la narración, la oportunidad de acercarnos a las usanzas de las comunidades en las que se desarrolla.
Este contraste, muy bien sincronizado, se mueve al compás de un ritmo que, fríamente, podría considerarse demasiado lento para no ser una película contemplativa: ni la cámara, ni los actores se mueven con demasiada rapidez; pareciera que sólo los violines “bejorinis” tienen prisa. Sin embargo, llamarla lenta sería injusto, puesto que ha de entenderse que respeta la manera de vivir del campo. Medirla con el estándar en que estamos acostumbrados a medir en la ciudad, siempre a contratiempo, sería erróneo y contraproducente, puesto que este no es ni el contexto ni la pretensión que plantea la película.
Y es que Cochochi no pretende nada más que contarnos la historia del camino divergente que tomarán estos hermanos, haciéndolo de manera sencilla y realista. Objetivos que logra muy satisfactoriamente. Tanto así que ganó premios y menciones honoríficas en la mayoría de los grandes festivales internacionales, desde Venecia y Toronto hasta Buenos Aires y Miami. Realmente es una película atractiva para los dos sentidos que quieran dársele: quienes quieren conocer un poco más de culturas lejanas y quienes quieren mirar una buena historia serán sorprendidos agradablemente.
Por M. Rodríguez Alcocer (@RennoirAlcocer)
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