MIC Género | ‘Salma’: La métrica del dolor

Las tradiciones culturales se afincan en una serie de factores tan diversos que el tiempo convierte en dogmas incuestionables, y cuyo ataque o cuestionamiento genera encono por parte de aquellos que defienden esa tradición, ya sea conociendo el capital cultural que eso le implica o con férrea ceguera. El mestizaje cultural debería, en el mejor de los casos, germinar una apertura que permita el avance y que destruya la perpetuidad de la tradición colectiva que lesiona la identidad individual, lo cual parece no suceder en el caso de Salma (2013), una joven musulmana que creció en un pueblo hindú, encerrada por 25 años y obligada a contraer matrimonio a los 13 años.

Durante el prolongado encierro de Salma, una poesía rudimentaria pero profunda es lo que le permite encontrar la diminuta génesis de un cambio. En su cautiverio, Salma halla la manera de sacar esas letras, que llegan a las manos de un editor que habría de hacer de Salma la poetisa Tamil de mayor renombre, logro que se ve minimizado por una abrumadora cultura que naturalmente contempla estos hechos sin el horror o la incredulidad de la mirada occidental.

El debate que se genera alrededor de la permanencia de este ideario colectivo, particularmente sobre el respeto al ejercicio cultural ajeno y la homogeneización occidental, resultan más estimulantes que la forma de presentar la cruda realidad de Salma, en manos de la documentalista Kim Longinotto. Todos los elementos para tener un documento de desolador impacto se encuentran dispersos en Salma, pero sepultados bajo el yugo del testimonial, que disuelve terriblemente el ritmo.

Desde la explicación científica del uso de la burka por parte del sobrino de Salma, pasando por el enternecedor horror de una niña que debe cumplir sus obligaciones maritales con un hombre mayor, hasta la más repugnante indiferencia de los hijos adolescentes de Salma ante la poesía de su madre, Salma tiene varios momentos de impía crudeza que la convierten en una involuntaria y oscura comedia a los ojos de una audiencia acostumbrada al discurso anclado en los Derechos Humanos.

Desafortunadamente, la mano de Longinotto en el montaje del documental carece de ritmo y agilidad, aunque logra mantener el documental centrado en la figura de Salma y levantar alrededor de su resiliente figura temas de dimensiones universales que generan polémica y encienden un debate cuya vigencia parece nunca terminar. Salma como figura, no como documental,  demuestra la necesidad de la adversidad en nuestro mundo. Sin la crueldad y el dolor no existe lugar para la poética belleza.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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