Freisttat es una amalgama en espíritu de memorables películas como Kes (1968), de Ken Loach, o El gigante egoista (The Selfish Gigant, 2013) de Clio Barnard. La historia es sencilla: un joven rebelde de 14 años es enviado a un internado católico para reformarse. Ese internado, como todos los vistos en pantalla, tiene su propias reglas internas, sus secretos y sobre todo enfatiza las relaciones entre los jóvenes.
Con un carismático protagonista, el joven Wolfgang y su estilo a la James Dean o River Phoenix es el arquetipo perfecto del adolescente prepotente pero con sentimientos, confundido pero valiente. Sostiene toda la trama sin contratiempos.
La palabra libertad es el eje constante en todo el metraje desde el inicio, con Wolfgang en su motocicleta, hasta el viaje en tren con la mirada brillante. No hay un momento en donde esta palabra no tenga resonancia en la historia, con pequeños detalles que explotan cuando todos cantan en coro con lágrimas en los ojos: freedom! freedom!. Si bien es un momento demasiado elemental, es el preámbulo de la catarsis de estos reclusos y de la toma de conciencia de su encierro. El director Marc Brummund hace un efectivo uso de la banda sonora para acentuar la emotividad de ese instante.
Ubicada durante los años 60 y a pesar de su factura hollywoodense, la cinta plantea varios aspectos relativos a la sociedad alemana: sus instituciones arcaicas pero vigentes o la religión, vista como un pretexto para el negocio y la explotación laboral. Además, veladamente se observan las relaciones interraciales entre el joven blanco Wolfgang y el joven negro Anton, así como la pérdida de identidad después de un periodo largo de encierro y violencia considerada aceptable y necesaria.
Basada en un hecho real y utilizando las locaciones originales, los paisajes y el uso de la música son un complemento adecuado para enmarcar este drama alemán. Marc Brummund sabe bien cómo utilizar la majestuosa e histórica región, pues Freisttat es un lugar estratégico, se localiza rodeado de pantanos y bosques como un santuario natural con la posibilidad de evitar que los jóvenes huyan, ya que es casi imposible salir de ahí sin dificultades.
Uno de los aspectos que la aleja un poco de las típicas historias de reclusión es la relación tan intensa y ambigua de Wolfgang con su madre, un tanto enfermiza con sueños húmedos y celos recurrentes. Esta situación da fuerza y esperanza al joven Wolfgang para convertirse en un libertario que sin proponérselo impulsa a los demás para salir de su encierro. El director hace uso de colores intensos y difuminados para entrar en los recuerdos de Wolfgang con su madre en la playa, un respiro en la película dentro de los azules y cafés.
Alemania, en esta película, sigue presentándose como exigente, inconsciente y militarizada, apoyándose en la religión y la sociedad como soporte de su disfuncionalidad. Estos centros fueron utilizados por más de tres décadas sin recibir sanción o clausuras; por el contrario, eran bien vistas y tenían cierto prestigio para encausar almas rebeldes y desbocadas. El hecho de que en español y en inglés la hayan traducido como Santuario refleja esa contradicción entre un lugar considerado templo sagrado con todo lo que eso significa y la realidad llena de tortura, engaño y falsedad.
Por Yossa Guzmán (@LisbonCut)
La autora de este texto forma parte del Jurado Joven, iniciativa creada por Butaca Ancha en conjunto con la Muestra Internacional de Cine de Género.
Freistatt – Offizieller Trailer from Salzgeber & Co. Medien GmbH on Vimeo.
