En Halley (2012), el director mexicano Sebastián Hoffman retrata la historia de un hombre que se descompone, de la manera más literal posible. Alberto (Alberto Trujillo) es dependiente de un gimnasio y le es imposible seguir ocultando su putrefacción, por lo que decide recluirse del mundo. Alejarse de todo, inclusive de su lado más humano, y desaparecer.
Lo que vemos en pantalla es la última semana en su trabajo del protagonista, mientras su enfermedad/condición avanza irrevocablemente y los pocos que lo rodean tratan de acercarse a él sin éxito, especialmente su jefa (Luly Trueba).
Se podría calificar a la ópera prima de Hoffman como un filme provocador y gráfico. Como espectadores tenemos la oportunidad de ver a este hombre pudrirse sin remedio, de enfrentarnos a nuestro lado más orgánico y perecedero. El terror no es descomponerse, sino saber que más temprano que tarde todos tenemos el mismo destino.
Butaca Ancha (BA): La película es bastante incitante para el espectador, ¿crees que el cine deba crear emociones en el público?
Luly Trueba (LT): «Yo particularmente, creo que el cine debe de mover membranas. No importa cuál sea el resultado que busque el director: espantar a la gente, hacerla llorar, reir. Tiene que causar algo dentro de ti. Me gusta mucho Halley, cuando Sebastián me la mostró la primera vez me costó mucho trabajo dormir, me perturbó mucho y es una joya. Está super bien lograda y eso para mi es el cine.»
Sebastián Hoffman (SH): «A mí me gusta un cine que me invite a analizar, que me haga pensar. Hay una tendencia, eso se ve más en el llamado cine de autor o de arte, pero yo soy fanático, obsesivo compulsivo del cine. Veo 10 películas a la semana y cuando veo una película que me confronta, que me hace pensar, es como un libro, donde tienes que regresar unos capítulos y subrayar.
«Cuando planteamos la película, sobre todo por la temática, pensamos que la pantalla de cine se puede convertir en un espejo y éste era uno bastante oscuro. Una mirada oscura a cómo se relaciona un hombre con su cuerpo, viene de grandes miedos personales y de la fijación que tengo con la piel. Escatologíco, sí. Para que la película funcionara tenía que tener estos elementos de horror y no es el horror americano donde te van a asustar cada cinco minutos.»
BA: No es un horror obvio
SH: «Es un horror más filosófico, de tener que vivir dentro de un cuerpo y de cómo todo lo orgánico eventualmente se echa a perder.»
Para el joven director, uno de los puntos más importantes de un largometraje es cómo la audiencia reacciona después del estreno, después de tener la oportunidad de verla en algún festival y se apropia de su trabajo. La forma en que el creador pierde el control sobre su creación y ésta adquiere distintos significados, Halley se presta a ese juego.
Cierto sector del público sin duda disfrutará del festín de análisis psicológico al ver la imposibilidad de este hombre por conectar, inclusive con sí mismo.
BA: ¿Lograron plasmar la visión que tenían de la película antes de rodarla?, ¿o superaron esa visión?
SH: «No sé. Siempre hay variaciones y eso también es lo padre del cine. Como en el caso de la pintura o la escultura, hasta donde empiezas a moldear y surgen otros significados, otros temas. Yo edité la película solo y tienes las herramientas, los ladrillos, para construir algo. Los temas estaban clavados desde un principio y sólo cambió el orden de algunas de las secuencias. Le fui fiel al tema central de la película y ése fue el que acabó al final. Son los que te llevan desde el primer minuto hasta el último.»
BA: ¿Piensan que la enfermedad de Alberto es parte del reflejo de la sociedad en que vive? ¿o está así porque le es imposible relacionarse con otras personas?
SH: «No es una enfermedad, es una condición. Cuando empecé con la idea de la película, y comencé a escribir con Julio –Chavezmontes– el guión, era más una obsesión con el cuerpo. Después surgen todas estas lecturas de crítica social.
«En Europa, por ejemplo, tomaron la película como una metáfora de que todos estamos muertos, socialmente muertos. Alejados de la humanidad y que Alberto significaba la putrefacción de la vida social.
«Es padrísimo cuando empiezan a surgir nuevas interpretaciones de un trabajo. Cuando un tipo pinta un cuadro, termina y ya no le pertenece, es nuestro. Esos procesos de ver cómo la gente interpreta la película, cómo se la llevan, los diferentes análisis me encantan. Yo aprendo muchísimo de eso.
«Siempre he dicho que no soy un cineasta intelectual, no sobreintelectualizo. Tengo una idea más visceral. Tengo una idea y la tengo que sacar, tengo una comezon y me rasco. –Jean-Luc– Godard decía que filmaba las películas y luego dejaba que se las explicaran los críticos.»
BA: Entonces, ¿no hay intención de darle un contexto social o intelectual a la película?
SH: «Social, no. Yo quería hablar del cuerpo en un plano más universal. No soy un cineasta político, ni socialmente activo. Mis películas no son de protesta, nunca se planteó como tal pero surgen estas lecturas.
«México, el Metro, la desconexión entre seres humanos, la basura, la falta de empatía con el vecino, son lecturas fascinantes pero, honestamente, no fueron intencionales. Quizá surgen porque soy mexicano, vivo en el DF, filmé lo que conozco y es la manera en que yo veo a mi ciudad. Inconscientemente se cuela el comentario social.»
Como muchas cintas mexicanas, Halley se estrenará con un número limitado de copias. En este caso… 10. Comparadas con el estreno hollywoodense en turno resultan pocas, aunque no es algo que preocupe al equipo detrás de esta películas de horror corporal.
BA: Estamos en plena época veraniega, ¿creen que Halley tenga una buena oportunidad con el público en cartelera? ¿Cómo atraer al público a la historia de este hombre?
SH: «Yo no lo veo como una competencia. Para nada. No estamos compitiendo contra Iron Man, sería imposible. Tenemos un público muy específico, uno que exige algo más del cine, más que entretenimiento. Es una película que te invita al análisis.
La cosa extraña, que yo no termino de entender de cómo se comercializa el cine, es que para muchos es un medio de expresión. Como la música. Hay quien hace discos para vender, productos pop. Este no es un producto pop, creo que 10 copias es perfecto y a cualquier persona que le guste exigirle al cine, le será muy gratificante la experiencia de ver Halley. Es una película distinta.»
LT: «Yo quiero agregar otra cosa. Para mí tampoco tiene que ver con competencia y yo apelo mucho a que como mexicanos veamos lo que producimos en el país. Esto es arte y se tiene que ir a ver. Es la manera en que subsiste. Desde que se hizo Cronos, el cine mexicano no toca este tipo de propuestas. No tiene nada que ver con Iron Man…»
Por Rafael Paz (@pazespa)