‘Halley’: ¡Venceremos! Sebastián Hofmann y el miedo al cuerpo

halley2Halley, primer largometraje del mexicano Sebastián Hoffman, proyectado en festivales desde el año pasado pero que apenas se estrena en salas comerciales en nuestro país, cuenta la historia de Alberto, el vigilante de un gimnasio que tiene un extraño padecimiento que lo está matando de a poco. “Beto” -como le dice la dueña del lugar donde trabaja y quien parece ser su último asidero parecido a una amistad- sabe que se está muriendo, no lo encara con humor pero sí con una rara suerte de resignación y suma incomodidad.

Sebastián Hofmann se toma el tiempo suficiente para acentuar la angustia que se vive cuando el cuerpo se deteriora sin medida, cuando camina a la contra de forma silenciosa. Todos vamos a morir, de alguna manera u otra, sin embargo ¿qué pasa cuando ese proceso se acelera de forma desmedida? ¿Sería mejor morir de un tirón? ¿Hasta qué punto cambiamos nuestra forma de actuar en el mundo cuando nos sabemos desahuciados? ¿Nuestra presencia física es en verdad una existencia?

La profundidad de las cuestiones alrededor de la naturaleza humana está representada de forma seca y con imágenes afortunadamente poéticas y contemplativas, uno de los mayores aciertos de Halley es quizá su fotografía. No obstante, algo parece suceder en la ópera prima de Hofmann, que hace que la historia no termine por cuajar de forma plena en sus 76 minutos.

Ante la escasez de diálogos y acción constante, la historia dentro de Halley adquiere ese ritmo pausado y agónico, que de cierta manera se rompe (de una manera poco afortunada, a mi parecer) por diálogos que se sienten forzadamente humorísticos, logrando la sonrisa involuntaria pero que pueden esconder un ligero error de selección de personaje. El único asidero humano de Beto es Silvia, su jefa del gimnasio, quien viene a moverlo ligeramente y darle un equilibrio de opuestos, balance malogrado debido a la parquedad y actuación un tanto impostada.

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Halley tiene elementos que la hacen especial e interesante, sobre todo en su estética, sin embargo el tratamiento de la historia es alargado y deja mucho a la imaginación, deja la duda de si Hofmann es más efectivo en cortometrajes (Ismael me parece un trabajo más afortunado en cuanto a la síntesis narrativa), ya que acá se cae un poco. Todo lo que Halley puede funcionar como película de horror introspectivo, pierde profundidad y peso ante determinadas inconsistencias de forma.

Los momentos más logrados del largo tienen que ver, desde mi óptica, con una suerte de bizarro homenaje a la vida misma, emitido desde una posición sumamente negra pero que no acaba de cuajar o convencer en la suma total. Como sea, y parafraseando un poco a uno de los personajes de la cinta, la película está ahí, y aunque sólo fuera una buena fotografía o una gran idea, estará existiendo para ver qué tal la acoge el público. Todo es relativo, aunque muramos seguiremos existiendo, y puede que Halley siga siendo bien recibida en los festivales. ¡Venceremos!

Por Ricardo Pineda (@RAikA83)

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