La programación del Macabro – Festival Internacional de Cine de Horror de la Ciudad de México (Macabro FICH) está relacionada, generalmente, a los aspectos más oscuros de la existencia humana. Asesinos sedientos de sangre, entes del más allá, pesadillas de las profundidades del alma, criaturas de tiempos inmemoriales. Es un lugar donde el amor parece no tener cabida y, sin embargo, dos películas en la Selección Oficial lo toman como su eje. Dos acercamientos, una comedia y un drama sobrenatural donde ese sentimiento dota a la narrativa de una razón para seguir avanzando.

En la cinta venezolana La casa del fin de los tiempos (2013), Dulce (Ruddy Rodríguez) vive con sus dos hijos y su marido en una tenebrosa casa. La familia se mudó al lugar unos cinco años antes gracias al precio de ganga en que adquirieron la propiedad, aunque ella nunca se ha sentido tranquila dentro de sus paredes. Como si una presencia, un invasor los acechara desde las sombras. Una noche despierta con un golpe en la cabeza y al bajar las escaleras encuentra a su marido apuñalado, lleno de sangre y agonizando. Uno de sus pequeños está al borde de las escaleras y, al intentar alcanzarlo, desaparece entre la oscuridad. Dulce es condenada a pasar 30 años tras las rejas por el asesinato, esperando cumplir su condena para regresar a la casa y encontrar la respuesta a lo sucedido esa fatídica noche.

La ópera prima del realizador Alejandro Hidalgo es una mezcla de melodrama telenovelero (“Quiero el divorcio”, “nunca me separaré de mis muchachos”) y fantasía estilo La dimensión desconocida (The Twilight Zone, 1959–1964) con una pizca de inspiración lovecraftiana y Los cronocrímenes (2007). El relato busca jugar con el espectador, invitarlo a descubrir el misterio de tan extraña vivienda, ir un paso más adelante del guión. Todo mostrado en una estética opresiva heredera de películas como La mansión de los espectros (The Haunting, 1963), El horror de Amityville (The Amityville Horror, 1979) y Los otros (The Others, 2001).

Por eso Hidalgo hace del amor de una madre el centro de su película. En un relato donde los giros de tuerca abundan, la incansable búsqueda de Dulce por entender qué sucedió con su familia nos lleva a todos de la mano. Aun cuando su director no encuentre maneras novedosas de plasmar un tema tan sobado como ése.

Un poco más refrescante, aunque no demasiado, es la autoreferencial Night of the Living Deb (2015), donde el amor de una chica por el hombre de sus sueños la ayudará a sobrevivir una plaga zombie. En un pequeño pueblo de Portland, Oregón (el pedazo de tierra con el mayor número de chistes metatextuales per cápita del mundo), Deb (Maria Thayer) está pasando una amarga noche de copas con su amiga amante de la navidad Ruby (Julie Brister) cuando ve en el bar a Ryan (Michael Cassidy) y decide hablarle. A la mañana siguiente ella amanece en cama ajena y logra escuchar a Ryan buscando un pretexto para librarse de ella, pero a pesar de sus intentos, una plaga zombie los obligará a permanecer unidos.

Sin duda la película de Kyle Rankin recuerda en primera instancia, siendo una comedia sobre zombies con humor metatextual, es El desesperar de los muertos (Shaun of the Dead, 2004) de Edgar Wright. Aunque pronto se hace notorio que Rankink no tiene el talento ni la habilidad del cineasta inglés de convertir en un ágil vehículo de cultura pop el proyecto, conformándose con una comedia romántica que avanza gracias a una que otra puntada, aplicando una dinámica de pareja/triángulo similar a la de Extraterrestre (2011).

Es hacía su último tercio donde el largometraje encuentra su razón de ser y comienza verdaderamente a romper algunas de las reglas del subgénero homenajeado. Nuestros protagonistas parecen estar al final del camino, su salvación no vendrá por gracia divina sino por el sentido común. El genial acierto de Rankin es equiparar la propagación del virus zombie a la del VIH y a sus contagiados por extensión con los muertos vivientes, reflejar en las cuadradas ideas de sus personajes centrales las de una sociedad que no entiende, todavía, la enfermedad y opta por estigmatizar. Que el amor nos resuelva a todos la vida.

Por Rafael Paz (@pazespa)

Toda nuestra cobertura del décimo cuarto Macabro FICH.

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