‘Las oscuras primaveras’ y la promesa disuelta

El sentido de lo cotidiano es el eje que ha sostenido varias películas en los últimos meses: Boyhood – Momentos de una vida (Richard Linklater, 2014) con un proyecto ambicioso, de una coherencia temática y una unificación en el tono actoral (que le valieron la nominación a seis Oscar); Ida (Pawel Pawlikowski, 2013) bellamente expuesta desde una plástica que busca la tensión, la transgresión y la transición, desde un ritmo que mimetiza la respiración de lo cotidiano (ganadora del Oscar a mejor película extranjera); y Las oscuras primaveras (Ernesto Contreras, 2014).

La presencia de colores neutros y grises permean el filme que desde el principio nos muestra un cielo cubierto de gris sobre gris. Un improbable primer acercamiento entre Igor (inmutable José María Yazpik) y Pina (intempestiva Irene Azuela) nos conduce por la vena sexual del filme. Desconocidos que se desean, pero que no pueden entregarse por el sentimiento de culpa. Pronto sabremos que Igor vive en un departamento que aún conserva una tenue luz cálida: Flora (insegura y delgadísima Cecilia Suárez). Lo cotidiano se quebranta a partir del deseo. Igor apenas tolera el tacto de Flora y, en cambio, cada tarde busca los muslos abiertos y felinos de Pina. Los encuentros entre las tuberías goteantes (suponemos con hedor a humedad) y las escaleras, no son suficientes para el obrero y la secretaria. Acuerdan un encuentro en un hotel sobre la calzada simbólicamente más sexual y de dudosa higiene de la Ciudad de México. Pina no puede asistir, su sentido de responsabilidad la hace volver con su hijo Lorenzo (pálido, dolido y cínico Hayden Mayendberg), que la espera en su pequeño departamento de atmósferas azules y gélidas. La misma situación, pero esta vez a la inversa, les impide un segundo encuentro. A Igor no le funciona la psicología inversa cuando invita a Flora a caminar. Mejor permanecer en terreno conocido a arriesgar la comodidad; para ello Igor compra una fotocopiadora (tosca metáfora de la rutina) y distraer a Flora de su intento de infidelidad o para que se olvide de él o para hacerla enojar o para asegurarle ingresos futuros o todas juntas. No sabemos. Igor desdoblará su silencio inconsistente en toda la película.

Después de salir a beber, bailar y la reticencia a una felación, el último intento de salvar su gris matrimonio falla. El abandono es necesario. Llevarse sólo lo indispensable, en una huída rápida y certera, tan rápida que Flora y su amiga de avanzada edad omiten pedir ayuda para bajar una fotocopiadora que pesa más que las dos juntas. La rutina hace estallar el cráneo de Flora. Lorenzo ha decidido huir de la inestabilidad de Pina. No tiene más que levantar la bocina del teléfono y convocar al padre salvador. El día de su partida, lleva un traje de león que le ha confeccionado su madre una noche antes para presentarse en el festival de la primaria. El coche arranca, y vemos el fotograma repetirse, repetirse, hasta disolverse en la pantalla blanca. En el único preciosismo del filme, vemos el auto alejarse sobre una carretera que es custodiada por cerros y cielos nublados.

A través de la banda sonora y el montaje, Ernesto Contreras (Seguir siendo, 2010) busca construir una tensión que pensamos estallará en algún momento, pero cada vez que el in crecendo ha llegado, un anticlímax nos devuelve a lo cotidiano. Pina, bien puede ser la primavera anhelada, la belleza, el deseo, la pulsión de vida, pero sabemos que su simpleza nos arrastra a la escala de grises, a la oscuridad. Si uno espera lo suficiente, la vida se arregla sola: Pina sin Lorenzo (que bien pudo estrellarse en carretera) e Igor sin Flora (silenciosa primavera) pueden, por fin, tener su encuentro.

Me quedo para ver la secuencia de créditos. La incursión de Meme en un trip hop atmosférico y oscuro me alentó a ver el desarrollo de la historia que Contreras plantea en el videolclip. El trago desabrido va pasando con la secuencia electrosa que llena la sala todavía en tinieblas.

Por Icnitl Ytzamat-ul Contreras García (@Mariodelacerna)

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