On sinner man, where are you gonna run to?
Sinner Man, de Leon Bibb

Una joven salta la cuerda junto a una niña en el patio de una vieja casona en España, mientras que otra muchacha, prácticamente adolescente, en Estados Unidos utiliza su primer par de zapatos de tacón en un pequeño muelle para jugar al avión dando pequeños brincos. Las fronteras colisionan, no solo en la filmografía del cineasta Luis Buñuel, que entre México, España, Estados Unidos y Francia logró componer una de las filmografías más singulares del mundo, sino también al interior de sus películas, particularmente en dos que representaron viajes parciales fuera de México y que comparten una considerable cantidad de similitudes.

Tanto La joven (1960) como Viridiana (1961) exponen la virtud como un terreno fértil para la perversión y la gracia como un estado adquirido únicamente a través de la violencia. En nombre de la caridad cristiana, tanto Viridiana (Silvia Pinal) como Evalyn (Key Meersman) se acercan a hombres cuyo sentido de protección parece encubrir un deseo rapaz, de la misma forma que las tomas y cortes que hace Buñuel en ambas películas encubren otro lenguaje que va más allá de las imágenes. Buñuel, a más de 30 años de distancia de El perro andaluz, sigue usando el corte como arma de provocación.

Las piernas de Evalyn y Viridiana son contempladas bajo la atenta mirada de Miller (Zacahry Scott) y Don Jaime (Fernando Rey), hombres que han vivido solos el tiempo suficiente para volver lícito el deseo de poseer la infancia en su momento más álgido: cuando está a punto de perderse. Viridiana, aunque un poco mayor que Evalyn, al haber consagrado su vida al noviciato, extiende ese breve período que Evalyn muestra en todo su esplendor. No temas, soy un buen hombre dicen tanto Miller como el Tío Jaime, más que para tranquilizar a quienes desean buscando paliar sus conciencias y, de manera similar a la mayoría de las películas de Buñuel, las acciones de sus personajes no se juzgan a la luz de ningún precepto ético o moral, sino bajo una cuidadosa ambigüedad.

Ambos hombres quieren legitimar su perversión, hacerla licita con vestidos de novia, tacones, medias de nylon, velos y maquillaje, mientras Buñuel recurre a imágenes de conejos y palomas muertas así como mapaches o tarántulas. Las dinámicas entre los personajes exceden la facilidad de una relación “depredador/víctima”, disolviendo los límites entre ambas con inquietante facilidad.

Buñuel parece explorar la ambigüedad en las acciones de Evalyn y Viridiana en consideración a los extraños o marginados que pretenden ayudar. Ambas disrupciones, tanto la del grupo de iconoclastas pordioseros como del fugitivo Traver (Bernie Hamilton) cuestionan lo que se asoma detrás de la caridad: el deseo en su dimensión más amplia y compleja, aquella que conecta a Dios con el hombre, y en este caso en particular, con las mujeres. La caridad abre el camino al deseo, siendo lo que permite a Jaime poseer la imagen de Viridiana y a Miller poseer el cuerpo de Evalyn, pero únicamente Dios es el que llega a poseer ambas. Estamos ante una manifestación divina completamente terrenal que habita dos lugares que en algún momento albergaron la promesa de un paraíso: una casona y una isla, ambas en ruinas.

En estos edenes perdidos, un arma es igual de poderosa que el bautismo para ganarse las bondades del cielo y en los que la música tiene un papel significativo. Desde el eco irónico que adquiere el Mesías, de Händel, en la secuencia de créditos en Viridiana, la música se convierte en un vehículo para el deseo y la forma en la que este se expresa, como en los vinilos de Schubert que pone Don Jaime o el clarinete que Travers toca –es miembro de una banda de jazz– e incluso la música “moderna” que Jorge (Francisco Rabal) le pone a su prima Viridiana como preludio al juego de cartas con el que finaliza Viridiana.

La canción O Sinnerman, con la que abre La joven es una melancólica canción típica del sur de los Estados Unidos que se pregunta en su estribillo ¿a dónde irán los pecadores? La respuesta pudiera parecer simple, sin embargo para Buñuel quizá la clave yace en el famoso versículo del Genésis: del polvo vienes y en polvo te convertirás, como las cenizas que una sonámbula Viridiana pone en su canasta después de quemar su estambre. La ruta que conecta a Evalyn y a Virdiana bien podría asemejarse a una flameante corona de espinas, un símbolo circular de pasión.

Después de ser bautizada por un ministro (Claudio Brook), Evalyn es separada de Miller por éste y llevada, quizás, a un noviciato similar del que Viridiana salido. Ambas mujeres salvadas y condenadas por la piedad del deseo.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

    Related Posts

    Diarios del FICUNAM – Día 3
    Susana y la dicha perversa
    Qué importa lo que diga la gente: José José en cine
    Diarios del TIFF 2019 – Día 3
    FICUNAM | ‘Nocturno 29’ de Pere Portabella
    Sueños, insectos y piernas: El imaginario de Buñuel‬