FICUNAM | ‘Nocturno 29’ de Pere Portabella

Un reflejo resulta más interesante cuando nos regresa una imagen que no concebimos como “precisa” o “cercana a la realidad”. Tal distorsión nos lleva a cuestionar lo que sucede, o en este caso, lo que estaba sucediendo en un contexto histórico y social específico. El cineasta barcelonés Pere Portabella presenta un crisol experimental en su opera prima Nocturno 29 (1968), cuyo título hace referencia al vigésimo noveno año en el que el General Francisco Franco regía España.

Ligado a la tradición de la escuela de cine experimental de Barcelona a finales de los años 60, con otros cineastas como Joaquím Jordá (Dante no es únicamente severo, 1967) y adeptos al estructuralismo francés y la literatura existencialista de Sartre. Portabella iniciaría desde su cortometraje No contéis con los dedos (1968) una exploración de radical elegancia que subvierte la semiótica y el “lenguaje cinematográfico”, tomando inspiración de los textos de Saussure o Derrida y que en Nocturno 29 encuentran un críptico reflejo de la España Franquista a través de 29 secuencias distintas que van de una pareja en un desierto en erótica exploración presentada en altos contrastes hasta buñuelianas secuencias en las que un hombre se remueve tranquilamente las pupilas frente a un televisor que presenta un desfile militar.

Portabella, como todo intelectual español de la época, tuvo un enfrentamiento de primera mano con la represión franquista al serle retenido su pasaporte por haber fungido como productor de la subversivamente impía obra maestra de Buñuel Viridiana (1961), lo cual agudizó su voz crítica contra el lenguaje mediático abrazado por el régimen franquista, uno que tachaba toda carencia de lógica y estructura como un acto subversivo, pero a pesar de que Nocturno 29 pareciera responder más a un espíritu político propio de su época, lo cierto es que su caos formal, finamente ensamblado a base de distintos tipos de transición que incluyen la ruptura del celuloide, cortinillas, fade outs y giros, resulta vigente en una época, que como ya anunciaba el gran Jean-Luc Godard, está despidiendo un cierto tipo de lenguaje.

Aunque Portabella no alcanzó nunca una gran notoriedad como cineasta dado lo “inaccesible” de sus trabajos, la oportunidad de descubrir que puede existir vigencia y sobre todo, discreción y sutileza en lo radical permite acercarnos de nuevo a debates y preocupaciones que parecen estar reviviendo gracias a la amable tiranía de la democracia de la imagen: la validez de otros lenguajes.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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