‘Jersey Boys’: El homenaje y la fiesta

Hay una voz que canta más fuerte que la de Frankie Valli en Jersey Boys: persiguiendo la musica (Jersey Boys, 2014), de Clint Eastwood. Nasal, risueño, firme y con una velocidad y dicción que rebasan el solemne ritmo de Eastwood, el sonido de Martin Scorsese es imposible de ignorar. La historia de un grupo de jóvenes italoamericanos de Nueva Jersey que eligen la fama ante sus únicas otras opciones para salir del barrio, la mafia y el ejército, remite inevitablemente a Buenos muchachos (Goodfellas, 1990) en todo: el profundo catolicismo que rige sus hipócritas conductas –son adúlteros, ladrones, timadores, pero nunca ratean, nunca traicionan a sus amigos–, el sonido de Frankie Valli & The Four Seasons –un pop orientado al doo wop–, la cadencia tan masculina con que hablan los criminales de Scorsese , la aparición de un joven Joe Pesci que pregunta: “Funny how?!”. Scorsese, sin embargo, no es una sombra. Eastwood no abandona sus colores apagados y su pasividad visual para homenajear a su colega. No se pierde a sí para encontrar honestidad en el estilo del otro; más bien le pide prestado para expresarle su admiración, incluso por encima de los protagonistas.

El homenaje es la base estilística de Jersey Boys, una cinta nostálgica sobre el ascenso de Frankie Valli (John Lloyd Young) y su banda que Eastwood desarrolla con menos interés en los personajes que en la posibilidad de regresar en el tiempo. El sueño de los días ausentes posee la historia y resulta en un romance inmortal a pesar de las catástrofes. Scorsese trabaja de manera similar y tiende a ser criticado por hacer los mundos de sus criminales deseables, cuando meramente refleja la perspectiva de sus narradores. Lo que apacigua los ataques morales es la violenta caída de los protagonistas, expresada con delirio, angustia y el horroroso reconocimiento de lo irreversible, un elemento del que Eastwood prescinde. En su retrato de una banda tentada por el exceso y afectada por la pérdida, incluso de sí mismos, Eastwood no distingue los tonos debido a su usual neutralidad visual. El peso recae en el excelente elenco, que hace una sólida interpretación de un grupo de hombres que acaban no como las estrellas que deseaban ser, sino como sobrevivientes de la fama.

La tentación es el tema primordial del filme y el golpe que derrumba el palacio del éxito para la banda. Ya Eastwood había adoptado esta perspectiva tan cercana al catolicismo, a pesar de no practicar esa fe, en Gran Torino (2008), donde explora el sacrificio como perdón. En Jersey Boys, Eastwood contempla la formación católica informándose del mundo y deformándose ante los placeres que ofrece. Sin embargo, la búsqueda de la gracia sobrevive. A pesar de la opinión de sus compañeros, Frankie decide pagar las deudas del primer miembro de la banda, Tommy DeVito (Vincent Piazza), en lo que su novia, Lorraine (Erica Piccinini), describe como un intento por convertirse en San Francisco de Asís. Frankie sobrepasa la gratitud con martirio porque en él encuentra la gracia. Sus convicciones son religiosas, pues decir espirituales implicaría una coherencia inexistente con el resto de sus actos. Su negligencia como padre provoca en cierta medida la muerte de su hija. La relativa honestidad de Eastwood y sus productores ejecutivos, los propios Frankie Valli y Bob Gaudio, permite conocer a estos hombres como tales, no como celebridades o leyendas, en una lucha por retener sus almas ante el desenfreno, similar a la de Charlie en Malas calles (Mean Streets, 1973), de Scorsese.

La reconciliación final en el Rock and Roll Hall of Fame, de nuevo, alude a la necesidad de perdonar y, en el acto, ser perdonado, como la única virtud de cuatro inadaptados, viciosos, cínicos, pero sobre todo talentosos hombres cuyo humilde legado musical Eastwood exalta sin mucha cautela. A pesar de haber vendido más de 100 millones de discos, la influencia de Frankie Valli & The Four Seasons no tiene el alcance de The Beatles, The Rolling Stones, The Who o Bob Dylan. Sin embargo, sólo se puede culpar a Eastwood por no encontrar una manera más dinámica de insertar las canciones que en apariciones en vivo. Carente de la imaginación visual de Scorsese o del virtuosismo de Jacques Demy, a pesar de una fotografía y edición parecidas a la sobriedad de Eastwood, este último dirige un melodrama con canciones, no un musical.

Sin embargo, el resultado en general es una cinta instantáneamente entretenida. Aunque no penetra en el carácter de Frankie Valli & The Four Seasons, Eastwood nos regala significativos atisbos y una interesante anécdota que se concentra en sí misma debido a la inmensa temporalidad que se propone explorar. El énfasis está en la tierna nostalgia que recuerda los años en que el director y sus personajes ascendieron hacia la fama y confirma a Jersey Boys como un rescate. De Martin Scorsese, de Frankie Valli & The Four Seasons y, como lo demuestra un breve instante en un televisor, del propio Clint Eastwood. No importa qué crímenes u omisiones se hayan cometido en el pasado, la memoria y el relato son una forma de cortar el tiempo para acercarlo y moldearlo. Eastwood y sus productores no lo deforman del todo, pero tampoco asumen su presencia por completo. En la celebración de los años se admiten las culpas, pero se bebe por ellas.

Por Alonso Díaz de la Vega (@diazdelavega1)

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