¿Cómo se construyó el sonido de Memoria?

Conversamos con Javier Umpierrez, editor y supervisor de sonido de Memoria (2021), el trabajo más reciente de Apichatpong Weerasethakul (Loong Boonmee raleuk chat, 2010). Gracias a su guía profundizamos en las capas que conforman la película. Podrán encontrar entre comillas sus generosas palabras.

Memoria es un desdoblamiento del tiempo, que a su vez se desenvuelve en espacios que registraron otras narrativas, otros sueños, otras memorias. La búsqueda comienza en el desconcierto, en lo desconocido, en la intención de traducir con palabras algo que suena en nuestra cabeza, algo recurrente. Jessica Holland (Tilda Swinton) es una botánica británica que, durante su estancia en Colombia, comienza a escuchar un ruido desconcertante y a partir de ahí, intenta encontrar su origen para explicarlo. Esta búsqueda la lleva en un camino que comienza en la tecnología digital de una ciudad y termina con el lenguaje vivo de la selva.

¿Cómo articular un sonido que parece terroso, redondo o con peso? ¿Cómo convivir en la materialidad de lo cotidiano escuchando voces, ruidos y narraciones de otro tiempo y de otros espacios? “Los sonidos ambientales eran muy importantes en esta película, porque se centra en sensaciones y, en particular, en la escucha. ¿Qué puede generar el silencio o el ruido en exceso, cómo lo perciben las personas? Apichatpong escribió el guión con mucho detalle, tiene muchas indicaciones que son puntos de partida. Desarrollé los sonidos ambientales a partir de sus indicaciones y él los iba incorporando en la edición, me iba dando pequeñas indicaciones. Él escribió un guión extremadamente claro. Es súper interesante trabajar con un director que tiene todo tan claro desde la escritura. Honré esa claridad.”

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Weerasethakul coloca la cámara para detenernos en las sensaciones, más que para contarnos algo, en secuencias que distienden el tiempo. Sus registros ficcionales son espuma que va y viene, se sostienen en la materialidad de la arena. La sutileza en el diálogo entre realidades que el director tailandés teje en Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives, encuentra en Memoria un cauce orgánico, que a su vez abre horizontes a lo lúdico, lo cual le permite cruzar las memorias eternas para dialogar con las neblinas místicas de otras presencias y de otras resonancias. La sutileza para estar presente abre umbrales hacia la duda, hacia la posible locura y hacia la curiosidad sobre otras civilizaciones; unas que están más allá de lo humano: “Siempre hay una pasó más allá de la realidad. Siempre la realidad esconde algo más que está presente. Hay muchos pequeños detalles, sonidos naturales que son extraños, particulares; entran y salen de manera muy sutil, no es tan fácil darse cuenta, pero generan una sensación de enrarecimiento, pero de enrarecer algo que es natural y creo que de eso se trata. Mi parte en particular fue hacer el mundo natural con pequeñas notas enrarecedoras, de todo el ambiente, de toda la película, pero dentro del mundo de lo natural”.

Para poder reconocer otras realidades es necesario guardar silencio, permanecer atento y escuchar a lxs maestrxs, a lxs guardianes de los pasados, de los otros tiempos. Hernán viejo (Elkín Díaz), el pescador que vive al lado de un río en medio de la montaña, es quien ofrece su barca para la búsqueda de Jessica; es quien le ayuda a cruzar la frontera de lo desconcertante. El viejo barquero ha escuchado todo, incluso, las narraciones de las piedras que aún resuenan en las vibraciones de las otras historias, de los otros muertos, de los otros que alguna vez vieron el mismo cielo con nubes claras.

Para ayudar a desglosar el lenguaje es necesario aprender a callar; para mimetizarse con la naturaleza es fundamental respirar con ella, respetar su ritmo; encontrar sus enseñanzas: “Yo desarrollé los sonidos ambientales basándonos un poco en esta idea de normalidad y encontrar sonidos que puedan darle una sensación de enrarecimiento. Generar esa naturalidad es mucho más complicado de lo que parece, porque hay mucho detalle agregado para que parezca natural. Hay mucho micro detalle, muy de fondo, que a veces no es tan obvio a primera escucha, pero si lo quitas, se siente menos rico el mundo. A mí me gusta poder generar estas realidades completamente inmersivas, que están ahí, y suena a que están ahí, me da mucha satisfacción porque no es tan fácil como parece tienes que agregar muchos pequeños detalles como en un gran rompecabezas, y tienen que convivir con el diálogo de lo que están diciendo. Cuando la gente dice ‘ah estuvo tranqui se ve que no hiciste mucho, suena muy natural’, –aunque parezca que me están diciendo que no hice nada– me da mucha satisfacción porque el sonido es exitoso cuando parece que no hiciste nada, a menos que estés haciendo una película de ciencia ficción. Es cuando más contento me pongo porque quiere decir que logré esa naturalidad que se siente que ahí está, que es dado”.

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Caminar entre un Cementerio de esplendor (Rak ti Khon Kaen, 2015) implica respetar a los enfermos, a los olvidados, a quienes no despiertan, para poder percibir esos otros lenguajes que habitan en otra Memoria. El tío que recuerda sus vidas pasadas es, también, aquél pescador que recuerda no sólo sus vidas previas, sino las vidas de lo vivo, de lo que estuvo bañado por agua o por sangre, de lo que se formó en miles de años a través de los minerales y las moléculas del primer universo. Hablar de lo que permaneció en código mucho tiempo que ahora, gracias al gran juego de la cinematografía, podemos aventar aviones o naves espaciales, para recordarnos que nada tiene tanto peso, y si llegase a tenerlo, siempre vamos acompañados por lxs viejxs maestrxs que nos ayudarán a cruzar el río.

Por Icnitl Ytzamat-ul Contreras García (@mariodelacerna)

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