La premisa de Invoking Yell (2023) resulta no sólo sencilla sino familiar, después de todo han pasado 24 años desde que un grupo de “amigos” se internó en el bosque para El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, 1999) y popularizó aquello de grabar a destajo, moquear a cuadro, asustarse porque las ramas crujen, encontrar señales funestas en cualquier montón de piedras, perderse por causas misteriosas y tener la fortuna de que un laborioso editor anónimo le dio sentido al material para ser presentado en cuanta pantalla lo permita.
En este ejercicio de found footage dirigido por el chileno Patricio Valladares, ambientado en los 90, las protagonistas son tres metaleras –el dúo musical de Tania (Macarena Carrere) y Andrea (María Jesús Marcone), junto a la videasta amateur Ruth (Andrea Ozuljevich)– se internan en la zona boscosa de la cordillera chilena con la intención de grabar psicofonías para su nueva producción de corte industrial/experimental y una serie de videos que les permitan convertirse en leyendas de la escena metalera, como infamemente pasó con los integrantes originales de Mayhem –Lords of Chaos (2018)–.
Pronto será evidente que este triángulo no es equilátero y el disgusto de Andrea hacia Ruth se hace patente, siguiendo de esta manera una de las tradiciones de este popular subgénero: alguien tiene que dejar fluir su mal humor para germinar el conflicto entre los personajes y comportarse de la peor manera posible en el momento indicado (frente a la cámara, pues).
La presencia de las intenciones artísticas de las jóvenes –sus ganas de hacer música partiendo de psicofonías– a lo largo de la película llevan a que Invoking Yell le dé un giro a otro de los tropos populares de este tipo de producciones –el grupo de cazadores paranormales que llega a un lugar “embrujado” con fines de creación de contenido–, esto se suma a una estructura similar a la de Atrocious (2010), la poco vista ópera prima de Fernando Barreda Luna sobre un par de hermanos que deciden salir a investigar una leyenda urbana al bosque alrededor de la casona donde habitan y las primeras apariencias no son certeras, como las ambiciones musicales de las integrantes de Invoking Yell: más cercanas a la infamia que a lo sobrenatural.
Por Rafael Paz (@pazespa)