‘Inquebrantable’: El triunfo de la voluntad

Si puedo aguantar, puedo ganar. Ése es el mantra que recorre y estructura Inquebrantable (Unbroken, 2014), el segundo intento detrás de la cámara de Angelina Jolie después de la poco vista —más bien ignorada— En la tierra de sangre y miel (In the Land of Blood and Honey, 2011).

La trama de la cinta grita a los cuatro vientos “Oscar bait”: Louis Zamperini (Jack O’Connell) es un joven ítaloamericano de primera generación que parece encontrar sólo problemas en su vida, además de ser el pequeño criminal de su pueblo. Un día su hermano lo ve correr y nota la habilidad natural de éste para la pista. Así iniciará el camino de Louis para convertirse en un hombre productivo para la sociedad; una vereda que incluye Olimpiadas, el ejército, la Segunda Guerra Mundial, más de 40 días varado en un bote a mitad de la nada y campos de concentración japoneses. La suya es en verdad una vida excepcional y Jolie hace todo lo posible por remarcarlo.

Este es un relato sobre la grandeza del espíritu humano, acerca de los límites de la voluntad de cada persona. Es, en pocas palabras, un libro de superación personal en 35 milimetros. Por eso es interesante que Jolie beba, al menos estilísticamente, de Clint Eastwood, para quien trabajó en El sustituto (Changeling, 2008). No hay rastro que permita identificar a Jolie como directora porque su estilo es el de alguien más, aunque la imitación es tan buena que podría pasar por una obra menor del cineasta norteamericano.

Son los temas tratados por la película los que no empatan con las ideas de Eastwood. En Inquebrantable, Zamperini es visto como un hombre virtuoso —al principio tiene fallas pero desaparecen en cuanto empieza a correr— capaz de aguantar cualquier calamidad porque su espíritu es fuerte, y resistir significa llegar a la recompensa al final del camino. Es una idea cercana al concepto del sufrimiento cristiano: sufre porque el reino de los cielos será tuyo. Incluso hay una toma donde la sombra del protagonista imita, de la manera más literal posible, a la de Jesucristo en la cruz.

El concepto no es extraño a Eastwood. Basta recordar Los imperdonables (Unforgiven, 1992), donde el vaquero principal sufría un castigo brutal sólo para encontrar su verdadera naturaleza; sin embargo las cintas de Eastwood, sobre todo las de guerra, se nutren de una visión sin juicios de los personajes. Era la gran virtud detrás del díptico Banderas de nuestros padres (Flags of Our Fathers, 2006) y Cartas desde Iwo Jima (Letters from Iwo Jima, 2006), donde permite que sea el público quien haga la valorización de los actos de los personajes. Por ejemplo, en su trabajo más reciente, Francotirador (American Sniper, 2014), el espacio es lo bastante amplio para argumentar que la cinta es propaganda militar proamericana o un retrato de los sacrificios de la guerra, y ambos tienen cierto grado de razón.

Inquebrantable apuesta por inspirar y nada más, apoyada en un trabajo fotográfico excelente cortesía del maestro Roger Deakins (Skyfall, Prisoners, Fargo). Angelina Jolie tiene lo necesario para dirigir, aquí lo demuestra, sin embargo la necesidad de validarse con un premio ahoga su voz como autora. Como el aguante de Zamperini lo demuestra, no hay camino sencillo para alcanzar la meta. Aquí los atajos no cuentan.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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