GIFF | El poder de la fotografía en ‘Eddie Adams: Saigon ’68’ y ‘Una historia para los Modlin’

Como parte de la sección oficial de corto documental del Festival Internacional de Cine de Guanajuato 2013 se presentaron un par de joyas en el bello San Miguel de Allende, aunque también estarán en la capital de Guanajuato. Si bien no se exhiben juntas, las uno en este texto ya que ambas tienen a la fotografía como tema. La primera es Eddie Adams: Saigon ’68 (Douglas J. Sloan, 2012), una brutal mirada a la historia de un fotógrafo de guerra, en específico a la foto que cambió su vida y la de otros. Después tenemos Una historia para los Modlin (A Story for the Modlins, Sergio Oksman, 2012), simplemente una pieza única, como nada de lo que había visto.

Eddie Adams: Saigon ‘68

El impacto que provoca con sus primeros minutos me hizo querer estar viendo un largometraje documental, en vez de un corto de tan solo 20 minutos. Una serie de fotografías de guerra llenan la pantalla, con un ritmo intenso y varios entrevistados, quienes nos dicen que estamos ante la vida de una leyenda de la fotografía: Eddie Adams (1933-2004). Inicia como cualquier largometraje documental, planteando quién es Adams.

Un verdadero soldado de la fotografía, Adams recibió una bendición/maldición con la muy famosa (aunque reconozco mi ignorancia) imagen que tomó de un soldado asesinando a un Vietcong. Bendición debido a que logró el éxito, maldición porque a partir de ese momento dicha foto era con lo único que se le identificaba.

Por esto mismo Eddie Adams: Saigon ’68 es un cortometraje, ya que no hay mucho más por relatar después de la aparición de la foto titulada General Nuguyen Ngoc Loan executing a Viet Cong prisoner in Saigon. Se convierte en un pequeño filme esencial para definir el impacto de la fotografía; una de las frases más interesantes aquí nos dice algo como “2 vidas destruidas se aprecian en la foto, la del Vietcong, pero también la del asesino”.

Algo interesante es que, si bien la famosa foto opaca la vida en general de Adams, algunos de los momentos que hacen de esto algo especial provienen precisamente de su vida personal, de su diario que es leído para nosotros. Adams tenía puntos de vista fuertes, que sobreviven gracias a la presencia de la gente que lo conoció. Él no estaba en contra del general Nuguyen Ngoc Loan, de hecho, por lo que se plantean cuestiones no tan lineales, ni cargadas a un solo lado.

Las personas que se interesan por la fotografía tienen que ver estos 20 minutos. Son también un recorrido por la mente de un hombre que, para simplificar las cosas, vio mucha sangre derramada durante sus días. Eddie Adams: Saigon ’68  reflexiona sobre el poder de un click y sobre qué significa en la actualidad una foto con violencia… ¿Lo mismo que en los 60?

Una historia para los Modlin

Y si hablamos del significado de un simple click fotográfico, Una historia para los Modlin es algo impresionante y conmovedor. Repito, no hay nada como este cortometraje documental de casi media hora. Nada. Tiene uno de los comienzos más bizarros y confusos: Una historia para los Modlin abre con la secuencia de créditos de Rosemary’s Baby (Roman Polanski, 1968). Leyeron bien, y de hecho, la reacción del público fue de risas, tal vez pensando que la gente del festival se había equivocado de archivo, y que nos estaban proyectando el clásico de Polanski.

Si odian los spoilers, es necesario haber visto Rosemary’s Baby para adentrarse sin preocupaciones en Una historia para los Modlin, ya que en el cortometraje no sólo encuentran los créditos sino la historia completa de la película resumida a detalle. Es algo bastante extraño, pero nada es gratuito, obviamente. Este corto nos lleva a conocer a un actor de Hollywood que nunca triunfó, teniendo su momento más importante dentro de Rosemary’s Baby, como un extra en la secuencia final. Elmer Modlin, su nombre. Aunque ni lo busquen en los créditos de dicho filme porque no aparece.

Es algo que no va más allá de filmar fotografías, el director captura la imagen de una mano que constantemente cambia las fotos. No necesita ser más para dejarnos pensantes, tocar temas universales como el amor de pareja (la esposa de Elmer fue una artista que nunca reconocida) o el envejecimiento, y dejar en claro que cada momento de la vida es irrepetible. Oskman logra transmitir todos sus sentimientos, y en la escena clave logra hacernos sentir lo mismo que él al llegar a un lugar significativo que antes sólo conocía en video y fotos. Y sí, todo esto gracias a una serie de fotografías que el director encontró en la basura. Increíble. Uno de esos milagros cinematográficos para preservar.

Por Eric Ortiz (@ElMachoBionico)

 

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