GIFF Día 1: Filiación y desapego

La primera jornada del Guanajuato International Film Festival (GIFF) comenzó reconociendo sus raíces. En un inicio, el encuentro encuentro de cortometrajes, y así inició el día: con jóvenes corriendo y deseosos de iniciar el Rally Universitario, con sus 48 horas para filmar y producir un corto. Fue un primer paso efervescente que marcó la tónica del día.

  • Identidad y Pertenencia 2014

El concurso de Identidad y Pertenencia 2014 tenía como objetivo capturar alguna historia guanajuatense y producir un documental. Durante la ceremonia de premiación se presentaron los seis cortometrajes documentales que participaban por el premio gordo de 35 mil pesos.

Las proyecciones se hicieron en medio de porras, gritos, sombrerazos y muchos discursos de agradecimiento. Al final, los tres más destacados resultaron los premiados: El noveno horno, sobre un muchachillo que se dedica a fabricar ladrillos y espera ser alguien en la vida; Mayo, historia de una mujer otomí luchando por conservar sus tradiciones y redefinir el significado de ser mujer en su comunidad, y Minero fui, con el bello pero abandonado pueblo de Mineral de Pozos, olvidado por todos una vez que se acabaron sus minerales.

La tercia de trabajos destaca gracias a la sencillez con que sus anécdotas son contadas, a pesar de algunas fallas, esperadas si tomamos en cuenta que se trata del primer trabajo de estudiantes universitarios. Quizá contienen una visión demasiado bienintencionada, pero ese era el objetivo del concurso.

  • Rich Hill: La balada del marginado

Vivir en el margen significa ser olvidado; sobrevivir se convierte en el único objetivo de vida y en su mayor virtud. En un conmovedor momento del documental Rich Hill (2014), la voz en off de un chico recuerda que todos los días antes de dormir le reza a Dios. Aunque sus plegarias nunca reciben respuesta, la esperanza de un día ser aquel quien merezca réplica divina no ha muerto.

Si algo destaca del documental dirigido por Andrew Droz Palermo y Tracy Droz Tragos es su intimidad. Las vidas de los muchachos retratados están llenas de problemas, enfermedades, crimen, penurias. Tragedia pura, sin embargo no hay juicios. La cámara se limita a retratar, a funcionar como un confesionario. No podrán sacarlos de la situación en la que viven, claro, pero por un momento fueron escuchados y vistos.

Rich Hill es una crónica que comparte mucho temáticamente con cintas como Gummo (1997), Pixote, la ley del más débil (Pixote: A Lei do Mais Franco, 1981) o El gigante egoísta (The Selfish Giant, 2013). Todas son protagonizadas por niños y jóvenes que forman parte de un ciclo destructivo, una injusticia social que al no poder ser cambiada es ignorada. Para los chicos de Rich Hill nunca llegará el sueño americano.

  • El hombre más buscado: Frío espionaje

En su tercer largometraje, El hombre más buscado (A Most Wanted Man, 2014), el fotógrafo y director de videoclips Anton Corbijn, abre con una toma de agua turbia, una mezcla de suciedad sin la capacidad de generar empatía. Así, en minutos, define lo que nos espera: un frío juego de espías donde la gloria, si existe, es una difusa nube en el horizonte.

Günther Bachmann (un hipercontenido Philip Seymour Hoffman) es el jefe de una célula antiterrorista en Hamburgo; su trabajo consiste en identificar amenazas, analizarlas y, de ser el caso, detenerlas antes de que suceda una tragedia. Una labor complicada, porque los villanos podrían no serlo e inocentes podrían pagar el precio de la paranoia gubernamental.

Sumergido en un ambiente de tonos grises y fríos, este (anti)thriller de Corbijn no se preocupa por dotar de un contexto más amplio a sus personajes; hay pistas sobre su vida privada y problemas, pero nada más, porque en su trabajo son sombras, y como tales no tienen la capacidad de ser empáticos. Son peones de un tablero de ajedrez a mitad de la tundra burocrática, desechables encargados de limpiar el cochambre.

Corbijn factura una cinta madura, más cercana por su mirada impersonal a los procedimientos de La noche más oscura (Zero Dark Thirty, 2012) que a cualquier entrega de James Bond. Los verdaderos espías no tienen nombre ni reacciones, y aunque exploten no pueden hacer nada más que seguir con su trabajo en las sombras. ¿En verdad existen?

Por Rafael Paz (@pazespa)

 

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