El espíritu de Nezahualcóyotl, una mujer lobo, una pequeña niña siguiendo los pasos de su padre, Texcoco y el rango del actor Francisco Barreiro se combinan en Se escuchan aullidos (2020), el trabajo más reciente de Julio Hernández Cordón (Te prometo anarquía, Las marimbas del infierno).
Como es costumbre en la obra de Cordón, estamos ante un experimento estilístico donde la improvisación funciona como base de las acciones que vemos en pantalla. La película se presenta en la sección Ahora México del décimo Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM), donde tuvimos oportunidad de platicar con el director.
A continuación reproducimos la charla:
¿Cómo fue el proceso de filmación de la película? ¿Nació después de la negación de un apoyo financiero?
Julio Hernández Cordón (JHC): Creo que hay películas que sí necesitan apoyos, hay otras, como ésta, que son mucho más austeras. Para mi es importante hacer una película cada dos, tres años. Porque me dedico a esto, sino lo hago siento que es un hobby. Me pregunto desde hace mucho tiempo cómo los directores que admiro tenían al morir 40, 50 películas. Es impresionante. Entre más hagas, más posibilidades tienes de que una te quede bien.
Fue una cosa de rebeldía, romper las reglas para que no te encasillen. Evitar que te digan lo que debes hacer. Me tomé muy a pecho esa frase del punk: hazlo tu mismo. Si revisan mi filmografía, realmente sólo tengo dos películas grandes: Te prometo anarquía y Cómprame un revólver. Las demás son películas chiquitas, rodadas en una semana con amigos y presupuestos ínfimos. Sentí que debía hacer una película pequeña en México, nunca había hecho una aquí, las hice en Guatemala y Costa Rica, pero en México, donde me siento en casa, no lo había hecho. Era el momento ideal para hacer algo sobre el lugar donde crecí: Texcoco.
¿Cómo te sentiste en ese regreso a Texcoco?
JHC: Me sentí como una especie de scouter, como si buscara locaciones. Sentí que, a pesar de que han pasado 30 años, seguía conociendo esos lugares, no han cambiado. Uno de los aportes de la película son los locaciones, los paisajes de Texcoco, no es un lugar aparentemente bello, pero si encuentras la posición de cámara y el fondo correcto se vuelve hermoso. Fue eso, regresar a mis recuerdos sobre Texcoco, son hermosos y lindos. Quería ser congruente con la memoria.
Le pregunté a mis amigos de la adolescencia si querían salir en la película, ellos no sabían qué hacer, se pusieron nerviosos y cuando los vi, sólo los puse a aullar. Conté su historia a través de la voz de mi hija.
Tu cine está lleno de improvisación, aquí parece ser la razón misma de la película.
JHC: He improvisado en todas, así que aquí me sentí muy cómodo haciéndolo. Sabía que algo podía rascar y encontrar. En las otras tenía guión y decidí no usarlo en el rodaje. En ésta, nunca tuvimos guión. Tratamos de contar la historia, pensar en mis recuerdos y exagerarlos. Es un homenaje al cine y la narración oral.
Siempre he querido hacer algo sobre Nezahualcóyotl, los presupuestos hacen imposible filmar algo de época con poco dinero. Creo que Nezahualcóyotl es un personaje poco apreciado en México. Fue fundamental, uno de los primeros artistas de México, además documento muchas cosas sobre lo que era el mundo precolombino. Aproveché para homenajearlo a mi modo.
Me parece que son estas películas “chicas” las que te ayudan a nutrir las “grandes”.
JHC: Creo que dentro del arte hay cierta dosis de teoría, pero la mayoría de las cosas suceden por el instinto o por accidentes gloriosos que uno no se imagina. Tiene que ver con el feeling, el estar en las locaciones, la luz que nos daba, la vegetación, el sonido, el hecho de andar en bicicleta. Andar así, sin rumbo fijo, es la libertad más extrema. Sobre todo, en una ciudad donde te obligan a estar encerrado en un auto. Eso también sucede en el cine, te obligan a usar cierto formato, a hacerlo de cierta manera. Estamos replicando fórmulas que se han hecho millones de veces, me gustaría pensar que el poder de esta película es algo que no se ha visto del todo.
¿Qué pierde un director cuando deja de experimentar, de desafiar las fórmulas?
JHC: El arte y la creación son rebeldía. El simple hecho de decir que quieres hacer arte en un lugar donde todo es tan pragmático es un acto de rebeldía, jugar con la realidad y mezclarla con tus ideas para volver la subjetiva.
¿Te sientes más exigido cuando trabajas con tus hijas?
JHC: Sí, no las puedo obligar a hacer algo que no quieran. Si dicen no, es no. Con Paco puedo mediar y hablar, es un profesional de la actuación. Mis hijas no. Además, hubo cosas que se nota cuando las hacen de mala gana por estar enojadas conmigo.
Los primeros actos de rebeldía de cualquier persona son hacia sus padres. No a la madre, al padre. Lo mismo que yo intentaba hacer en el cine como un acto de rebeldía, lo vivía del otro lado con ellas.
Por Rafael Paz (@pazespa)