Diarios del FICUNAM – Día 7

La décima edición del Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM) marcha a buen paso durante los últimos días de proyecciones. En esta ocasión, comentamos tres películas que han provocado extensas charlas entre los asistentes del encuentro universitario.

Lo que arde (O que arde, 2019)
Dir. Oliver Laxe
Sección: Atlas

Los primeros cuadros de la nueva película del cineasta Oliver Laxe muestran un bosque poblado de árboles de eucalipto, sumergido en la oscuridad, siendo deforestado sin piedad hasta que las máquinas se detienen en uno de ellos por su peculiar belleza, para la destrucción y la cámara queda suspendida unos segundos para tratar de absorber la trascendencia emanada del árbol.

Lo que arde es una película que se detiene constantemente ante la belleza pastoral/rural de un poblado de Galicia y, en particular, de Amador, un hombre acusado de piromanía, y su madre Benedicta, quienes comienzan a vivir juntos cuando él sale de la cárcel. Laxe, al igual que otros cineastas de la región como Eloy Enciso (Arraianos, 2015), se centra en fisonomías y gestos tanto como en elementos de la naturaleza, particularmente el fuego, lo que le da a su imagen rodada en 16mm una cualidad material casi flamable. Una película tan ambigua, bella e incontrolable como el fuego mismo predicho en su título. (JJ Negrete/@jjnegretec)

El hombre leopardo (The Leopard Man, 1943)
Dir. Jacques Tourneur
Sección: Retrospectiva Jacques Tourneur

La tercera película del ciclo que hermanó a Jacques Tourneur con Val Lewton probablemente sea la menos apreciada de la dupla, sin embargo, El hombre leopardo no es sino una continuación de los temas presentados por La marca de la pantera (Cat People, 1942) y Yo caminé con un zombie (I Walked With a Zombie, 1943), donde los protagonistas tienen poco control sobre las acciones que los rodean y las sombras parecen ser sus únicos acompañantes.

En un pequeño pueblo de Nuevo México, la bailarina Kiki (Jean Brooks) intenta brillar más que su rival en las tarimas, Clo Clo (Margo), una española que enciende al público con sus castañuelas. Buscando ayudarla, el novio/promotor de Kiki, Jerry (Dennis O’Keefe), consigue un leopardo negro y convence a la artista de interrumpir el espectáculo de su rival con una entrada triunfal conduciendo al animal en el local. Sin embargo, el animal escapa y su huída desata una serie de asesinatos en el poblado. ¿Quién es el verdadero culpable de la sangre derramada?

Tourneur construye un protoslasher donde la violencia de los asesinatos se sugiere por medio de sombras y el desencajado rostro de quienes descubren a las víctimas. Como en sus otros trabajos con Lewton, el cineasta francés está más interesado en aquello que aparenta estar fuera de pantalla, tal vez por eso la recepción de la crítica en su momento fue de marcada indiferencia (un tercer acto algo apresurado tampoco ayuda). No obstante basta comparar la eficacia de las composiciones de Tourneur durante los ataques, donde se ausenta la música y la tensión crece exponencialmente. James Wan, por ejemplo, daría una mano por conseguir el mismo resultado. (Rafael Paz/@pazespa)

Beanpole, una gran mujer (Beanpole, 2019)
Dir. Kantemir Balagov
Sección: Competencia Internacional

Bajo la influencia de su maestro Aleksandr Sokúrov, el joven cineasta Kantemir Balagov, con apenas 27 años, da muestras de tener una mano segura para filmar aunque que se apoya demasiado en un academicismo seguro. En Beanpole, su segunda película presentada en Cannes después de la notable Tesnota (2017), explora la historia de una joven muy alta que sufre ataques catatónicos como resultado de la Segunda Guerra Mundial, cuyo vientre busca ser utilizado por otra astuta joven para poder concebir. A pesar de que por momentos no puede evitar caer en el vicio tremendista, Balagov mantiene, aun dentro de la solemnidad y ritmo glacial de su trabajo, elementos que resultan anómalos en este tipo de películas: color y alegría, aunque sean momentáneos, así como una visión de la historia rusa que se antepone al triunfalismo histórico de Vladimir Putin.

La nueva película de Balagov, sin duda inferior a lo logrado con Tesnota, no parece la de un joven de 27 años, sino la de alguien que pretende emular tendencias que funcionan en el cine ubicado en las postrimerías de cualquier guerra mundial. El talento del joven Balagov es evidente, igual a sus inseguridades para abandonar totalmente los esquemas y las reglas, no para ofrecer una visión “más personal”, sino para poder dar más dignidad a sus personajes e historia de la que una cierta forma de hacer cine les ha impuesto. (@jjnegretec)

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