FICUNAM |El lado optimista de Jacques Tourneur

Así como El camino del gaucho (Way of a Gaucho, 1952) presume que utilizó locaciones reales en Argentina, Almas que regresan (They All Come Out, 1939) y El expreso de Berlín (Berlin Express, 1948) comienzan anunciando que lo que veremos fue filmado, respectivamente, en prisiones reales y en una Alemania desecha en plena época de posguerra. Ambas películas de Jacques Tourneur, en blanco y negro y presentadas la misma jornada en la décima edición del Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM) –en 16mm y 35mm–, dependen mucho de sus entornos, en retrospectiva ahí radica buena parte de su valor cinematográfico.

Almas que regresan parte como una heist movie donde, incidentalmente, Kitty (Rita Johnson), una mujer que es parte de un grupo criminal, se apiada de Joe (Tom Neal), un joven quebrado sin rumbo definido y a la espera de una oportunidad para terminar con su infortunio. El único problema que este tipo tuvo en el pasado con la justicia es por andar vagando, sin embargo será cuestión de tiempo para que encuentre un lugar en la pandilla como chofer. Bajo la tutela del líder criminal Reno (Bernard Nedell), Joe se revela como un hábil conductor que no duda en arrollar a un policía motociclista. También queda claro que nuestro protagonista no es tan despiadado en realidad, incluso será visto como un elemento de poca confianza tras asistir a Kitty durante una huída accidentada. Si bien la cinta parece que tomará un rumbo similar al de Anne de las Indias (Anne of the Indies, 1951) o El camino del gaucho –con el amor alterando el mundo inmoral de los protagonistas–, al final del día se trata de una oda explicita al sistema de justicia penal americano.

Esto no quiere decir que, con la pandilla en prisión, Almas que regresan deje de ser interesante; al contrario, cada personaje tiene un desarrollo diferente, aún cuando sólo un caso contrasta con el resto porque, ciertamente, el objetivo principal de un filme dedicado al Departamento de Justicia de los Estados Unidos es remarcar que el sistema funciona y que los delincuentes sí pueden ser reformados.

Con casos secundarios muy curiosos, como el del misógino delirante, Almas que regresan se enfoca primordialmente en la rehabilitación absoluta de Joe y Kitty. Al mismo tiempo, se va construyendo una trama clásica del cine de criminales, con Reno como el único de la banda con numerosos antecedentes penales y sin esperanza de reformación (¡lo envían a Alcatraz!), representando esa amenaza para nuestros protagonistas de que, por más que logren reincorporarse a la sociedad, jamás podrán desprenderse del todo de ese submundo criminal al que no quisieran regresar. En ese sentido, Almas que regresan pudo ser un noir con final trágico, donde el pasado siempre regresa en el momento más próspero de los personajes reformados. No obstante, esta es una faceta de Tourneur donde la desgracia se termina evitando.

En El expreso de Berlín (Berlin Express, 1948) estrenada tres años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, Tourneur construye un destacado thriller en el que no todo es lo que parece. Lo peculiar es que cada elemento está ligado al contexto de la posguerra. Incluso respetando los idiomas de cada país representado, El expreso de Berlín congrega a varias de las naciones aliadas (Estados Unidos, Reino Unido, Francia y la Unión Soviética) y a los alemanes en un tren que se dirige a Berlín, antes debe pasar por Frankfurt. Como apunté, la película presenta situaciones propias de su género: intriga, agentes dobles y diversos giros argumentales. Sólo que en esta ocasión lo que está en juego es el intento de unificar a una Alemania ocupada por los aliados.

Luego de que la explosión de una granada en un camarote del tren provoca la muerte de quien aparentemente es el hombre clave en la reunificación alemana de posguerra (el Dr. Bernhardt), cada personaje que representa a un país aliado, entre ellos Robert Lindley (Robert Ryan) de Estados Unidos, es interrogado por el gobierno americano. Pronto, nos damos cuenta que Bernhardt (Paul Lukas) sigue con vida, aunque una vez que es secuestrado, los otros pasajeros unirán esfuerzos, representado a los aliados, y enfrentarán a un grupo clandestino alemán que desea continuar la guerra.

Sin duda, lo más notable de El expreso de Berlín es su manera de hacer resonar las secuelas de la Segunda Guerra Mundial. Además de las poderosas tomas reales de las ciudades alemanas en ruinas, ahí está, por ejemplo, la tragedia del hombre que traiciona a un amigo con tal de poder reunirse con su esposa desaparecida, sólo para encontrarse con el horror de la guerra.

Entretenida y emblemática en su vertiente de thriller de espionaje –es de esas cintas donde en el momento que parece que todo terminó todavía queda un último giro argumental bajo la manga–, El expreso de Berlín también muestra a un Tourneur mayormente complaciente y optimista. Si en Almas que regresan optó por creer en el funcionamiento pleno del sistema de reformación criminal, en El expreso de Berlín prefiere creer en un mundo en armonía, donde hasta los americanos y los soviéticos pueden convivir en paz. Una pena que ambos escenarios perfectos no trascendieron más allá de la ficción.

Por Eric Ortiz (@EricOrtizG)

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