FICM | ‘Machete Kills’: Rutina sin amor

Es indudable que Robert Rodriguez ama el mexploitation, ese pequeño subgénero que engloba el cine de explotación/bajo presupuesto hecho en nuestro país. Su carrera, al menos en su vena más autoral, se ha basado en un extenso homenaje. Desde su ópera prima, El mariachi (1992), hasta su más reciente proyecto, Machete Kills (2013); exceptuando sus mejores trabajos, La ciudad del pecado (Sin City, 2005) –en compañía de Frank Miller– y Planet Terror (2007) –el mediometraje contenido en Grindhouse–, además de sus incursiones en el cine infantil.

Machete, el personaje que encarna –al menos en esencia– Danny Trejo desde Desperado (1995), regresa en Machete Kills para hacer más de lo mismo: matar a diestra y siniestra, soltar el punch line “Machete don´t _____”, no morir a pesar de las balas, ser parcamente chistoso, conquistarlas a todas, etc. En esencia, es el hijo pocho que Chuck Norris, Charles Bronson y los Almada –imaginen esa orgía– siempre quisieron tener.

Nuestro héroe sufre la pérdida de un ser querido y es capturado por unos policías corruptos. Una llamada del Presidente lo reclutará para una misión suicida en suelo mexicano, de la que depende el futuro de la humanidad: un científico loco y un narcotraficante han unido fuerzas para desatar una guerra nuclear, sólo Machete puede salvarnos.

Machete Kills termina por ser como un matrimonio millonario sin amor. Ambas partes saben que en algún punto se quisieron y disfrutaron su tiempo juntos, saborearon cada una de las sonrisas y atardeceres, pero el tiempo y la rutina los agotaron; así que siguen haciendo las mismas cosas, sin cambios, porque saben que les conviene mantenerse juntos por el dinero aunque no lo disfruten. En público continúan diciendo que disfrutan su tiempo juntos, pero se nota el hartazgo.

La rutina lo impregna todo en la secuela, es posible adivinar cada chiste con unos 10 segundos de anticipación. No hay sorpresa, ni riesgos. Los cameos tampoco se salvan, tomemos por ejemplo a Charlie Sheen: su imagen de gigolo adicto a las drogas es bien conocida –”I got tiger blood, man.”–, su anuncio como Carlos Esteves presidente de los Estados Unidos en el trailer era chistosa pero una vez pasado el impacto inicial en la película no sale del libreto predecible. Sí, duerme con muchas mujeres y es alcohólico… ¿y luego?

Con Lady Gaga, Demian Bichir, Sofía Vergara, Antonio Banderas, Walton Goggins, Cuba Gooding Jr., Tom Savini, entre otros, pasa lo mismo. La gran cantidad de material promocional diluyó el efecto de su presencia.

Se entiende, el objetivo de Machete Kills –y la saga en general– es ser tan mala que resulte buena como las películas de explotación a las que busca homenajear. Pero esas películas no intentaban ser malas, al contrario. Machete Kills lo intenta con tanta fuerza que termina por quemar el chiste, agotarlo. Machete perdió su alma cuando pasó de ser un corto de 5 minutos a una película de hora y media, cuando dejó de ser un gag y terminó hundido por la rutina.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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