FICG | Emilio Maillé sobre ‘Poetas del cielo’

La primera fascinación de nuestra especie fue el fuego. La segunda, nuestro deseo por controlarlo. Poetas del cielo (2018), estrenada en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG), es una carta de amor a un arte condenado a desaparecer, no sólo por lo efímero de su representación sino por la modernidad.

El cineasta detrás del proyecto es Emilio Maillé que regresa a uno de los grandes temas de su obra: la luz, como lo demostró en Miradas múltiples (la máquina loca) (2012). Tuvimos oportunidad de charlar con él sobre ese tema y otros en la 34º edición del FICG.

Parece que la pirotecnia está condenada a desaparecer, como la tauromaquía.

Fíjate el estigma, arranqué haciendo documentales taurinos y ahora me estoy clavando en el mundo de la pirotecnia. Dos artes que van a desaparecer. Si es políticamente incorrecto ser un apasionado de estas dos artes, me declaro políticamente incorrecto. Hay problemas mucho más graves en el mundo de hoy, sólo hablando de ecología: los desagües en el mar, el aire acondicionado, etc.

La comodidad la mantenemos, que el mundo se vaya a la fregada. Y lo entiendo, el ruido molesta, los perros sufren, pero hay peores cosas. Respeto, me parece una lástima que desapareciera. Seguirá dando sus patadas durante algún tiempo, pero sí, poco a poco la gente se lo pensará dos veces. Habrá rechazo a que yo utilice la pirotecnia para un festejo.

Me alegro de haber vivido lo que he vivido viendo fuegos artificiales porque eso no me lo quita nadie. No hice el documental como un registro, ni para guarda algo que tal vez pueda desaparecer. Se podría convertir en algo que no sea el caso, espero que no.

Este tipo de registros es la única manera que tienen de permanecer, es un arte efímero.

Es una contradicción querer guardar lo que en un principio está hecho para desaparecer, pero no, nunca fue la intención de este proyecto. Es lo bonito, que todo los artes están hechos para durar y éste dura segundos y desaparece después.

Al final es un poco el principio del cine. Sin la cámara, la luz se pierde.

Es un poco lo mismo. Por eso hacía una analogía (en el documental) y decía que los fuegos artificiales se convierten en una pantalla de cine. El cielo es nuestra pantalla. Es una exploración de la luz y ésta hace que tengas imágenes en una cámara, las imprime y las captura para siempre. Es un homenaje bonito, un encuentro entre dos cosas fantásticas. El cine seguirá durando.

Como especie tenemos una fascinación con la pirotecnia.

Arranca con la fascinación que sentimos por el fuego. Esa existe desde que el hombre existe. ¿Por qué nos podemos quedar horas viendo una chimenea? ¿Unos leños ardiendo? El fuego tiene algo hipnótico. Mezclas la pólvora con los estallidos, microfuegos controlados, y generan una hipnosis curiosa. Eso a mí me fascina, es lo que conecta este proyecto. Quería llegar a esos espacios donde estamos inmersos en una especie de ópera, un detonador de emoción, todo lo que ves en este rectángulo de la pantalla de cine. La pensé siempre para poder verla en pantalla grande. Vas al cine con la misma posición que cuando ves fuegos artificiales, vemos ligeramente para arriba. Sentí que era lo mismo, ver la pantalla y ver el cielo.

La pirotecnia es el deseo por controlar el caos, la destrucción.

Las imágenes son como el Big Bang, es caos. Muy orgánico. Los fuegos artificiales diurnos son muy bellos, se hacen en Japón, son milenarios y antes se usaban como señales de guerra. Resultan muy emotivos y no los conocía.

Hay un contraste fuerte entre cómo trabajan los artistas chinos (llenos de tecnología) y los mexicanos, sin protección alguna.

Merecen trabajar en mejores condiciones, porque como artistas están a la par. Incluso son mejores. Trabajan con menos medios, urge más protección para su trabajo.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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