Mateo (Pedro de Távira) es un joven que regresa a México después de estudiar en el extranjero. Al reencontrarse con su hermano Tomás (Juan Pablo Campa), conocerá a Nadia (Camila Selser), la novia de éste. Así, afianzará la relación con el primero y crecerá un romance secreto con la muchacha, traicionando a su familiar de sangre y poniéndose en entredicho los lazos que los unen a los tres.

El intelectualismo de En la sangre (2012), ópera prima de la realizador mexicana Jimena Montemayor Loyo, permea en la construcción del filme bajo la premisa de Nadja (1928), la autobiografía de André Bretón en la que relata su encuentro con la misteriosa joven y su fascinación hacia ella. Al espejearlo a través de la voz en off de extractos del libro y con simbolismos, se pone en evidencia el deseo de una libertad personal por parte de los involucrados: Mateo está en stand by y vive sin prisa alguna para reacomodarse, Tomás delibera en tomar una beca y la inconforme Nadia, quien se opone a la idea,  desconoce qué hacer con su propia vida.

Entre música hípster, la unión de los hermanos, aunque anecdótica y un tanto monótona, refleja un vaivén de honestidad y deshonestidad, cada uno adquiriendo decisiones propias que afectará tanto su relación como familia de sangre como con la propia Nadia. Con sutileza, Montemayor capta los momentos de felicidad “clandestina” entre los amantes en cuestión, evidenciada en los encuentros resaltados con una cuidada luminosidad, así como con paciencia y elegancia.

Así, la toma de decisiones de los tres involucrados, un poco predecible y acorde a la clase social a la que pertenecen, adquiere relevancia hacia el desenlace, uno que se aleja del convencionalismo en la ruptura de parejas, confrontando las ambiciones personales que, en el caso de alejarse de una similitud, terminan por complicar más una relación que por la misma infidelidad en sí.

Sin embargo, aun con su corta duración, el relato sucumbe en una innecesaria tardanza en su desarrollo, con los tres partícipes experimentando una situación de vida nada novedosa, en ocasiones pecante de intelectual, sin una evolución lo suficientemente profunda que incite al triángulo en cuestión y a las consecuencias que conlleva.   

En la sangre es un cuidado juego de mentiras un poco superfluo en su intención, pulcro en su ejecución, en un intento por retratar de una manera más fresca un tema propenso al cliché, tan explotado en teleseries, telenovelas y películas.

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

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