‘Un padre no tan padre’ y la familia funcional

Existen pocas películas mexicanas que tienen claro a quién van dirigidas, cuál es su audiencia y cómo planean atraerla. Por eso abundan las comedias para chavos diseñadas por personas ajenas esa franaja provicional (“ponle un meme, ¿eso le gusta a los chavos, no?”). El caso de Un padre no tan padre es diferente, su guión, sus actores y hechura en general tienen algo para todos, las familias están llenas de diversidad y hay que entretenerlos a todos mientras encuentran territorio en común.

Por eso, dos de nuestros colaboradores discuten sobre la cinta mexicana que se estrena el próximo 23 de diciembre:

Rafael Paz (@pazespa): No sé qué pienses Jorge, pero yo no encuentro bien a bien dónde colocar a Un padre no tan padre. No es que la película sea mala, porque no lo es. Sin embargo, tampoco me parece que eso sea un halago y al mismo tiempo creo que es uno de los productos más interesantes fabricados por la cinematografía mexicana durante el 2016.

Hay una visión casi publicitaria (en el asunto de segmentación y satisfacción de públicos) en su creación. Incluso los personajes están diseñados de ese modo, como trazos generales donde cualquiera se podría sentir medianamente identificado. Desde el papá conservador que no entiende el mundo dónde crecieron sus hijos, hasta los nietos que no ven mal una relación abierta o un sembradío de marihuana en el jardín. Ya lo decía Bob Dylan: The Times They Are A-Changin’

JJ Negrete (@jjnegretec): Concuerdo, creo que la factura es decente y su fortaleza, como en gran parte de este tipo de películas, recae en el ensamble actoral y una dirección hábil del mismo. Héctor Bonilla brilla con un papel hecho a la medida que le permite explotar sus dotes cómicas al mismo tiempo que tiende un puente ideológico entre dos visiones del mundo que están en las antípodas: el México “anticuado” de inflexible y rígido conservadurismo (léase homofobia, xenofobia y emocionalmente distante) y el México “moderno” que en este caso, parece ser una sucursal de Soho o Brooklyn en San Miguel de Allende, donde pululan la marihuana, el tofu y la buena onda.

Creo que es aquí donde la película toma un perfil político, al empujar temas de la agenda liberal (matrimonio homosexual, legalización de marihuana) como estandartes ideológicos. Partiendo de esto, creo que la idea que mencionas sobre la “visión publicitaria” toma un giro particular. ¿Estamos ante una minuciosamente diseñada propaganda política o una comedia sincera en sus intenciones? ¿Hay manipulación o un doble discurso?

@pazespa: Ésa es, tal vez, la verdadera pregunta. He de confesar que veo la mayor parte del cine mexicano con las expectativas bastante bajas. Eso salva buena parte de las células sanas que le quedan a mi hígado y sirve como una especie de filtro (si hay puntos verdaderamente destacables, por ejemplo, se aprecian mejor). Sin embargo, he de admitir que todavía no proceso del todo Un padre no tan padre. Su construcción misma remite a ideas o situaciones por las que todos hemos pasado. Cómo me ves, me verás, solía decir mi abuelo (no decía eso, pero siempre imagino que lo dice). Toda familia tiene a ese familiar incómodo que no logra entender cómo es que tu prima tiene una novia y no un novio o por qué decidiste esperar para tener hijos.

El punto que me parece más rescatable, y que tocas de manera bastante acertada, es la intención por avanzar ciertas conversaciones “progresistas”. Quizá el camino para la legalización de la marihuana sea largo, pero la normalización de su uso en televisión y cine puede ayudar a que el tema salga de los tabúes más arraigados o de los posteos de Facebook que son del gusto de nuestras tías. Los personajes responden también a esa intención por introducir nuevas ideas a nuestras vidas, ésa, me parece, es la razón principal por la que son sólo ideas. Intento recordar detalles específicos de cada uno, pero me es imposible porque en realidad no tienen tanta profundidad. El mejor ejemplo es la pareja internacional que apenas y tiene un par de líneas. Él cubano, ella brasileña, quienes, como buenos latinos, le saben sabroso a eso de echar pierna y componer unas rimas.

@jjnegretec: Por eso la película, como tal, no es mala, rescato una escena que me parece de lo más logrado y que no tiene que ver, directamente, con el personaje de Héctor Bonilla, sino con el de Benny Ibarra (De Llano), que justamente toca lo que dices respecto a la identificación de esos roles familiares. Es el momento en el que Benny comienza a mostrar su ira en el estudio de su hijo, lo que demuestra, que a pesar de su pretendida distancia respecto a como era su padre emocionalmente, no son tan distintos. Ese puente que se tiende a través del impulso destructivo, del miedo y la furia me parece de lo poco realmente genuino en una película que más bien parece lotería elitista liberal (¡Los homosexuales! ¡El tofu! ¡La comuna! ¡La mota! ¡Ecoturismo!).

Las intenciones son valiosas, eso no se discute, más bien es discernir lo que es entretenimiento de propaganda, lo que es real de lo que son aspiraciones y de la ingenuidad inherente en creer que las antípodas de dos posturas ideológicas radicalmente opuestas pueden vivir en armonía. Se nos puede acusar de pesimistas, pero tristemente, los hechos que acaecen en el mundo real contradicen, con contundencia, la posibilidad de coexistencia.

@pazespa: Me llama la atención que elijas esa escena en partícular. Vamos, concuerdo en que emocionalmente está bien ejecutada y Benny por una vez en su vida no luce como el hombre más tranquilo del planeta. Sin embargo, el guión (y toda la acción anterior a ese punto) no parece construir o dar paso a ese tipo de exabrupto en el personaje de Benny. Es un hombre que dedica su vida a la jardineria y a defender las diferentes posibilidades que brinda la vida. Sean las que sean. ¿Por qué no dejaría ir a su hijo a la universidad?

Es precisamente el tipo de cuestión que me hace pensar más en un anuncio, en propaganda (con buenas intenciones, eso sí) disfrazada de película. Cosas peores se han hecho por defender ideas y posturas políticas, sólo creo que pocas veces el cine nacional había tenido un producto tan difícil de definir. Pink, por ejemplo, es un obvio vehículo de propaganda retrograda, ni Paco del Toro lo oculta.

@jjnegretec: Creo que la dificultad de “clasificarla” radica precisamente en el hecho, de que, si la rechazas, fácilmente te podrían tachar de retrograda o intolerante por no “aceptar” el mensaje de la película, pero señalar fallas y defectos, así como detalles de carácter ideológico es parte del oficio crítico que debemos desempeñar y es necesario enfatizar el hecho de que estamos evaluando la película más por su forma que por sus ideas, aunque separar ambas se convierta en una tarea complicada.

Creo que la película va a funcionar con su público objetivo y probablemente se convierta en el último taquillazo del 2016, ojalá la búsqueda del cine mexicano comercial continue por un rumbo por arriba de una eficacia mediana, que es justo donde se ubica Un padre no tan padre: una película poco padre.

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