‘LuTo’: Ay dolor, ya me volviste a dar

En una de sus grandes canciones, José José dice que todos sabemos querer pero pocos sabemos amar. Las normas e imposiciones más conservadoras de la sociedad han educado a muchas generaciones para que hombres y mujeres busquen una pareja y se establezcan, idealmente con la misma persona por el resto de sus vidas. Esta necesidad por hallar al compañero ideal y la frustración por su ausencia termina marcando nuestra existencia. Intentando llevar a buen puerto nuestra relación “ideal”, la buena, si llega, terminamos chocando con la pared.

Esos son los temas que aborda la joven directora Katina Medina Mora en su ópera prima, LuTo (2013). Luisa (Patricia Garza) y Tomás (Juan Pablo Campa) se topan un día en la calle. Por sus movimientos, se puede deducir que se conocen con anterioridad. Intercambian un par de palabras. Salen a un bar. Ella lo investiga por internet, él parece interesado. Pronto inician un romance y sin notarlo ya están viviendo juntos. Años después, hay fricciones. Él come cereal y deja el traste fuera de su lugar. Ella aporta más dinero a la casa. ¿Se acabó el amor entre estas dos mitades del total matemático?

Ante todo, LuTo es un ejercicio de sencillez. Filmada en 15 días y con un presupuesto limitado, la cinta opta por no complicar su trama ni sus resultados. Estamos contemplando a dos personas que alguna vez se amaron, con frenesí, y dejaron de hacerlo, quizá sin notarlo. La trama salta entre las primeras miradas de enamoramiento y un fatídico asado, donde los celos y resentimientos se encuentran en punto de ebullición.

LuTo recuerda a un clásico reciente del desamor gracias a esa propuesta narrativa: Triste San Valentín (Blue Valentine, 2010). ¡Esa escena del ukulele!, donde el cineasta Derek Cianfrance hace una crónica del rompimiento sentimental de una pareja que también inicia su camino con mucha mermelada en el aire, para acabar tristes y con panza chelera en hermoso neón azul. También podríamos conectarla con ese hit de los adolescentes dosmileros titulado Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004). Sin embargo, el trabajo de Katina Medina Mora no logra los mismos niveles devastadores de melodrama y resonancia emocional debido a su sencilla propuesta. Dura poco más de 60 minutos.

Sin duda muchos se sentirán identificados con lo mostrado en pantalla, cualquiera que haya tenido una relación ha pasado por estas preguntas y, posiblemente, dinámica destructiva. Ese parece ser el objetivo de la realizadora. Abordar y hablar de un tema que conoce, conocemos, buscando cierta catarsis.

Intentar reconstruir lo que fue vale la pena. Al menos hasta notar que hace mucho no existe. Así de cuates, el amor desgasta… muy seguido, pero que bonito se siente.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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