‘El Sorprendente Hombre-Araña’: Dulce telaraña

El Yugo del Héroe: El peso de su propio mito

Recientemente A.O. Scott, el eminente crítico del New York Times declaró que las películas de superhéroes son el nuevo western. Durante toda la década de los 50 y una parte de los 60, el western se instauró como un barómetro del sentir popular, los sentimientos y la plenitud del estilo de vida norteamericano, la soberbia exageración de la Doctrina Monroe (“América para los americanos”) y los esbozos de la expansión capitalista por el mundo. El western era el retrato de toda una época. En tiempos de recesión mundial y cuando el capitalismo se ha descalabrado de una manera brutal y el poderío de la empresa de entretenimiento norteamericana se ha visto mermado, la proliferación de héroes es abrumadora. Héroes que adquieren sus poderes por casualidad o designio, del mismo modo que el capitalista llega a amasar tales cantidades de poder.

Femineidad Arácnida

Spider-Man es uno de los pocos héroes que abraza los valores de la clase obrera mientras que toma del ideario americano la pasión por la innovación y la tecnología, envolviéndolo en un llamativo empaque de ansiedad juvenil. Estados Unidos es un pueblo huérfano, como lo es Peter Parker, constantemente privado de figuras paternas. La responsabilidad como eje rector y el empoderamiento de un héroe humano, aquél con el que coopera el pueblo trabajador de EU, todo mientras una bandera blanquiazul ondea detrás, mientras Obama llora a moco tendido. Peter Parker es el héroe americano por excelencia, incluso más que Superman, dado que Peter Parker es tan pobre como los nuevos EU: el héroe multitareas, el que a pesar de lidiar con retos de titánicas proporciones, aún tiene tiempo de llevarle unos huevitos a su tía.

La recesión precede a la innovación

Hace 10 años Spider-Man, de la mano de Sam Raimi, se convirtió en un hito cultural que rozó los niveles de mitología moderna con una increíble Spider-Man 2 en el 2004, antes de tomarlo por la cintura, desgarrar el mítico latex y violar repetidamente el tan cuidadosamente construido mundo de Spider-Man en Spider-Man 3, un desgarre por cada villano en la película. Ahora, principalmente por motivos financieros y que responden a un problema de potencial pérdida de derechos, Sony decidió hacer un reboot (nuevo eufemismo mercantil para refrito) de la saga de Spider Man, proyecto que de entrada sería rentable independientemente de lo fatal que podría llegar a resultar. Se contrató al director de la película de sensibilidad indie más mainstream, Mark Webb, responsable de 500 días con ella (2009) con Joseph Gordon Levitt y la reina del quirky hispter Zooey Deschanel.

Pole Dance en el Metro: Ciudad de Vanguardia

La decisión fue refrescante por el hecho de despegarse un poco del canon de director de cajón para proyectos de este tipo (como lo fue Sam Raimi en su momento), por lo que Webb se enfocó en un fantástico trabajo con su ensamble actoral, un punto flaco de las entregas anteriores. Con el sabio casting de Andrew Garfield y Emma Stone en los roles protagónicos, sabíamos que el trabajo histriónico iba a tener un carisma especial y una frescura juvenil de los cuales carecían los actores anteriores, Tobey McGuire y Kirsten Dunst, quienes muchas veces parecían estar bajo el efecto de drogas duras.

El trabajo de Andrew Garfield y de Emma Stone es simplemente espectacular. Guiados por la mano de Webb, quien ciertamente tiene un modo especial de crear una fuerte empatía hacia sus personajes, la relación de la pareja fue dinamizada acertadamente. La dulce inseguridad, el suave coqueteo y la fresca energía de la escena en el balcón dio la pauta de la diferencia del romance de este Spider-Man, mucho más dulce, adolescente y femenino que el erótico, distante y más viril del Spider-Man de Raimi. La dupla Garfield-Stone da un charm inigualable a cada uno de sus personajes, cosa que algunos puristas han criticado, argumentando que la personalidad de Peter Parker dista mucho de aquella que vemos en El Sorprendente Hombre Araña. Sin embargo, creo que Andrew Garfield es un héroe y personaje que se mueve en los terrenos de los arquetipos del cine independiente, el adorable nerd y el emocional héroe, equilibrando ambos de manera sensacional. Lo mismo para Stone, quien, aunque no logra del todo superar el molde de damisela en peligro obtiene momentos en los que su carisma nos explota en la cara. La escena sobre menstruación con su padre, el capitán Stacy (Dennis Leary) es ejemplo de esto.

¿Y donde quedó el hindú? Huecos Narrativos

Por otro lado, lo ganado en el terreno actoral se pierde con una trama que busca abordar demasiados temas al mismo tiempo, un villano que no termina por convencer plenamente al exigente auditorio de gasterópodos con letras en la playera, una propuesta visual bastante mediocre y con solamente unos cuantos destellos de identidad, particularmente en la dirección de arte, es notorio que el fuerte de Mark Webb es todo el pathos del adolescente y del adulto joven (todos esos años de ver Salvados por la Campana dieron frutos) ya que tanto al espacio vital de Peter Parker como al de Gwen Stacy, les son conferidas individualidad a través del detalle, redondeando los personajes mejor delineados de la película.

“¡Dios Mio! No vuelvo a comer en IHOP”

No se puede decir lo mismo, desgraciadamente, del Dr. Lagarto, interpretado por el versátil y usualmente hilarante actor británico Rhys Ifans (Notting Hill), quien da una convincente interpretación de una némesis bastante mal desarrollada, hasta el Bebé Gerald de los Simpson, enemigo de Maggie, es un personaje más complejo. Limitándose el argumento a copiar la eterna receta del científico loco que “desarrolla esquizofrenia” a causa de su medicamento, el Dr. Curt Connors se convierte en una enorme, babosa y agresiva lagartija humana de filosofía supremacista, radical y nietzcheana (como cualquier estudiante de ciencias políticas). La característica bata del Dr. Lagarto que se puede apreciar en los cómics, es vista de manera esporádica y, discúlpenme, así yo no le puedo llamar “Doctor”, será siempre “el lagarto”.

A pesar de todo esto, nos encontramos ante una versión con la que es fácil generar empatía, el lado humano de Spider-Man es remarcado y delineado de manera cuidadosa, sin que ello implique que sea perfecta o apegada al cómic. El carácter proletario del singular e hiperpopular héroe fue explotado brillantemente por Raimi en Spider Man 2 y Webb parece tener una idea similar de este alcance, sobre todo con el demográfico por excelencia de Spider-Man: los niños. Hay una espectacular escena en un puente, en la que Spider-Man debe sacar a un niño de una camioneta que pende del puente, el héroe se identifica como humano, establece un rapport con el niño, para después transferirle parte de  sus poderes a él a través de una simple frase. Después de todo, cualquiera tiene la oportunidad de ser un héroe, pero para ello creemos necesitar de una máscara. Se accede al poder a través de la responsabilidad, cosa que rara vez estamos dispuestos a aceptar.

“Ya verás cuantas mosquitas se come esta araña”

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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