Cruella: venganza y la alta costura

El retrato del origen de villanos de la cultura pop se ha convertido en una redituable tendencia en Hollywood. Disney es uno de los estudios que ha capitalizado dicha tendencia a través de mujeres que fungen como las antagonistas de muchos de sus clásicos. Una de las primeras fue Maleficent, némesis de La Bella Durmiente (Sleeping Beauty, 1959) que encontró su propia versión cinematográfica a través de la lamentable ambivalencia moral del live action de Maléfica (Maleficent, 2014) y su irrelevante secuela Maleficent: Mistress of Evil (2019).

Cruella de Vil es otro de los personajes más identificables de la casa de animación. Su importante presencia en 101 Dálmatas: La noche de las narices frías (One Hundred and One Dalmatians, 1961), adaptada de la novela de Dodie Smith, la convirtió en una villana identificable gracias a su obsesión por tener un abrigo de piel de dicha raza perruna a costa de cualquier precio. A su vez, tuvo también su versión live action en 1996, con Glenn Close interpretando con creces a una de Vil que es una exitosa empresaria y dueña de una casa de moda, pero también jocosa, narcisista, agria y obsesiva con sus retorcidos objetivos.

El enfoque de Cruella (2021) se encuentra en una historia de origen para su personaje: Estella (Emma Stone) adoptará de manera paulatina dicha identidad a raíz de la pérdida de su madre, encontrando al diseño de modas como el medio para expresarse y abrirse paso en el ramo al llamar la atención de La Baronesa (Emma Thompson), mujer también desalmada por esencia que es la líder del negocio.

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El realizador Craig Gillespie utiliza el flashback y a la narración de voz en off reminiscente de I, Tonya (2017) para explicar la infancia y acciones de la citada Cruella, así como de su asociación delictiva con Jasper (Joel Fry) y Horace (Paul Walter Hauser). Con tintes del género heist, recurre también al maltrato social trazado por Joker (2019) para delimitar que la maldad se hace, no se nace con ella, colocando a un personaje que busca venganza tras intentar en vano de encajar en una sociedad con reglas.

Con cierta aproximación oscura (aunque limitada por tratarse de una cinta del sello Disney), el guion de Dana Fox y Tony McNamara ofrece ciertas condescendencias con una trama un poco incongruente, colocando a la era post-punk del Londres de los años setenta como el vehículo de rebeldía de la joven Cruella (notable Stone) y del idilio dificultoso entre la ingenua empleada Estella y la despiadada diseñadora representada por La Baronesa (también destacada Thompson) que rememora a El diablo viste a la moda (The Devil Wears Prada, 2006). Así, el relato se beneficia del soundtrack y del apartado visual representado por el diseño de vestuario de Jenny Beavan para acompasar la transformación de su protagonista.

Cruella puede tener ciertas deficiencias en su trama y un planteamiento reiterativo y redundante para conectar con el periplo de 101 Dálmatas. No obstante, cumple con el cometido de ofrecer un buen entretenimiento, equilibrada en tono y con miradas al entorno sofisticado de la moda, el estilo personal y los matices de la venganza personal.

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

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