Dogman: La rabia de los justos

Las películas del cineasta francés Luc Besson tienen una característica esencial que les da un valor intrínseco: no responden a ninguna lógica que no sea la propia, una que muchas veces es completamente risible y hasta absurda, aunque no por ello menos fieles y comprometidas rigurosamente con dicha lógica. Los universos intergalácticos de El quinto elemento (The Fifth Element, 1997) o Valerian y la ciudad de los mil planetas (Valérian et la Cité des mille planètes, 2017) tienen la dosis necesaria de abigarramiento y estridencia visual para ser distintivas, mientras que trabajos como Nikita (1990), Anna (2019) o Lucy (2015) trabajan a una escala más discreta sin perder ese sentido megalómano. Incluso con presupuestos ajustados o historias que no involucren otros planetas, Besson tiene un compromiso sólido con la grandilocuencia y la suntuosidad visual o narrativa que se hace presente en su más reciente trabajo Dogman (2023), estrenado en el Festival Internacional de Cine de Venecia.

Estelarizada por Caleb Landry Jones, quien ha forjado una respetable carrera dentro del cine de género con participaciones en Antiviral (Brandon Cronenberg, 2012) o ¡Huye! (Get Out, Jordan Peele, 2017), la película de Besson se nutre de un cúmulo de referencias que mezcla un miserabilismo gótico de maltrato y abuso doméstico con una dosis de fantasía feral en la que Douglas, un niño que es violentado fuertemente por su padre es forzado a convivir y crecer con perros en una jaula, animales con los que genera un poderoso vínculo que le permite comunicarse con ellos simplemente hablando con ellos. Educandose únicamente con revistas de estilo de vida de los años 50, Douglas logra escapar de su martirio a través de las proezas de uno de sus compañeros caninos, lo que detona en él un particular sentido de justicia.

dogman002

La película inicia cuando Douglas es aprehendido por la policía huyendo en una camioneta, vestido como la Marilyn Monroe del mítico número musical Diamonds Are a Girl’s Best Friend y con un ejército de perros en la parte trasera. Lo que estructura la película es una serie de entrevistas con Evelyn (Jonica T. Gibbs), una psiquiatra que busca indagar en la psique de Douglas y que se siente simultáneamente fascinada y aterrada por la singularidad de su personalidad. En ese sentido, Dogman apela a cierta espectacularidad y aparatosidad psicológica que no se convierte en algo abiertamente grotesco gracias a la inquietante serenidad que transmite un actor como Caleb Landry Jones.

A diferencia de Joaquin Phoenix en Joker (2018), otra película que construye su artificio principalmente en la patología mental, Besson no busca dotar de realismo ni de comentario político/social alguno lo que acontece en la película. De hecho, ésta parece completamente abstraída de su realidad, tan disociada de la misma como su protagonista, cuya sensibilidad se convierte en una poderosa herramienta para enfrentar el mundo y ganar respeto, ya sea a través de sus dotes performativas como drag en un cabaret nocturno interpretando a Edith Piaf o Marlene Dietrich o usando a sus perros como aliados para intimidar enemigos.

En una línea mucho más cercana a su gran hito El perfecto asesino( León, 1994), Besson se centra en una idea de justicia que vive aislada del mundo pero que emerge cuando percibe una amenaza contra la bondad o la inocencia, usando los mismos medios –cruentos y violentos– para retribuir. Un tema que difícilmente pierde interés entre la audiencia, aún si las injusticias se siguen acumulando en el mundo, lo que cambia es el aspecto de aquellos a quienes consideramos héroes, cada vez más alejados de la cordura pero cercanos a nuestra rabia.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

    Related Posts

    Fantastic Fest 2018: ‘Dogman’ de Matteo Garrone
    Cannes 2018 | Día 10: De soledad y miseria
    Previo Cannes 2018: La sacudida autoral
    ‘Valerian y la ciudad de los mil planetas’: Chicle intergaláctico
    Liam Neeson recomendará tu CV de LinkedIn
    ‘Lucy’: La derrota de la razón