Cuatro cuartos: introducciones para encontrar a Sugar Man

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A un año de haberse estrenado, por fin llega Buscando a Sugar Man (Searching for Sugar Man) a salas mexicanas vía Canana, ‘rockumental’ de alto octanaje musical en el que el director Malik Bendjelloul nos cuenta la historia de Sixto Rodríguez, un músico estadounidense de extracción latina, que sólo sacó dos discos a finales de los 60 y principios de los 70, para después desvanecerse prácticamente en el anonimato, hasta generar eco y leyenda años después.

Se ha dicho en más de una ocasión que Rodríguez pudo haber sido más grande que Bob Dylan (sí, ya vas) y que el tiempo acabó por darle completamente la razón a Rodríguez, quien se pensaba estaba muerto y que ‘revivió’ gracias a la repercusión que tuvo en Sudáfrica. La historia por sí misma da para conmover a más de uno y para voltear a ver la humanidad y fragilidad honesta de un cantautor bien particular.

A estas alturas, muchos ya vieron Searching for Sugar Man en festivales y en la web, pero resta decir que la experiencia en cine es monumental, amén de la gran producción y cuidado en la edición y armado de la cinta.

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En 1955, Frank Zappa ya era un fan declarado del compositor innovador Edgard Varèse, y justo el día de su cumpleaños número 15, Zappa ocupó los cinco dólares que le fueron dados como regalo para hacerle una llamada a larga distancia.

Zappa recuerda:

“Me imaginaba que el Sr. Varese viviría en Nueva York porque el disco estaba hecho en Nueva York (y como era tan raro, tenía que vivir en Greenwich Village). Llamé a Información de Nueva York y, por supuesto, estaba en la guía de teléfonos. (…) No recuerdo lo que le dije exactamente, pero fue algo así como: ‘Me gusta mucho su música’. Él me dijo que estaba trabajando en una pieza nueva llamada Desiertos. Esto me emocionó bastante, ya que entonces vivía en Lancaster, California. Cuando tienes 15 años y vives en el Desierto de Mojave y descubres que el mayor compositor del mundo, en algún laboratorio secreto de Greenwich Village está trabajando en una canción sobre tu pueblo, te puedes excitar bastante. Parecía una gran tragedia que a nadie en Palmdale o Rosamond le preocupara escucharlo.”

Sirva la larga introducción sobre Zappa para hablar del documental Searching for Sugar Man, la cual, entre otras cosas, narra cómo dos fans sudafricanos de Sixto Rodríguez se vieron afectados por la música del norteamericano, cómo alimentaron por años el mito para que un día —gracias a la llegada del internet y los foros de fans de hueso colorado— una llamada de su héroe musical llegara a cambiarles la vida por segunda ocasión. Como bien se menciona en el documental, eso no suele pasar en el mundo racional.

Searching for Sugar Man es una película que habla de aquellas historias conmovedoras en las que nuestros héroes musicales —aquellos que no fueron The Beatles, The Strokes o Radiohead— bajan de su pedestal bizarro y poco concurrido para mostrarnos que son más cercanos y humanos de lo que pensábamos. El héroe musical suele impactarnos por lo bien que capta sentimientos, pensamientos y emociones como los nuestros. La historia de Rodríguez es la de un músico subvalorado, sí, pero también la de un hombre como pocos, que sigue su curso y decide seguir caminando antes de aferrarse a una fama que nunca estuvo o a frustrarse por un sueño. La vida suele ser tan dura, pero al final suele ser sólo vida, como dijera Leonard Cohen: “Los calcetines no están ahí para evocarte extraños y lejanos viajes. No es más que tu ropa sucia. No seas un mirón escudriñando a través de ella. Limítate a llevarla puesta.”

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Escuché a Rodríguez con algún desdén hace algunos años, un amigo había descargado sus dos discos y me contó su historia, sólo escuché Cold Fact y me gustó mucho. Sin embargo, es el documental de Searching for Sugar Man el que viene a dar un halo especial al nombre sobre el artista, poniendo en evidencia lo subjetivo de la fama y el éxito comercial. Un estafador puede preguntar si lo que realmente importa en esta historia es el dinero.

Rodríguez se pregunta sobre la vida como lo ha hecho también Dylan, respirar y hablar de lo que nos rodea y a lo que rodeamos, arriba y abajo. Quizás Rodrigo González también lo tenía o el mismo Drake, desde que vi el documental, que está siendo premiado y al que le ha ido muy bien, pienso mucho en Nick Drake, el cantante folk inglés, la tesitura de voz que guarda un ligero parecido con Sixto, además de la suerte que corrieron sus carreras, aunque en Drake la depresión y la falta de atención acabaron con su vida tras tres discos con escaso eco. En el caso de Rodríguez, él sólo siguió su camino al ver que en apariencia no pasaba nada, volvió al trabajo, a la vida dura y al contacto con la gente. Su éxito repentino después de todo no sea sólo gracias a un documental sobre su extraordinaria historia, tal vez sean las olas de Sudáfrica, hasta donde fue a dar su música, el viento arrastró todo de vuelta en forma de un gran agradecimiento por parte de los llamados de a pie, su voz es la de un carpintero, o la de un ave o una roca. Tanto Drake como González, Dylan, Cohen, Drake, Waits o López (Jaime), llevan ese elemento del cochambre de las cosas para embarrarlo en una fragilidad blanquísima. En una inocencia casi prístina que no se parece en nada a lo real o lo lógico.

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Rodríguez sonríe y agradece, es una cosa viva, una suerte de masa latente, tiene a su favor unas canciones directas y con tino, incluso su aparente fracaso comercial parece la bendición que vendría después. Bien dicen que las cosas suelen suceder en su momento adecuado y no antes. O eso nos gusta creer, aunque pocas veces se compruebe tal cosa. Searching for Sugar Man nos dice que a veces esas cosas ocurren, y aun así, los grandes sucesos son sólo eso, empujados por otros tantos que vienen detrás de forma inmediata.  Me gustaría pensar que Searching for Sugar Man tiene un halo especial que la protege de sobrelecturas o sobreinterpretaciones de las cosas. Me gustaría decir que pese a lo espectacular de su argumento y lo atinado de su armado, el documental es sólo una película más. En el más honesto y musical de los sentidos.

Por Ricardo Pineda (@RAikA83)

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