Muchos son los actores que se vuelven directores, algunos de ellos con estupendos resultados; los mejores ejemplos son Clint Eastwood, Mel Gibson, George Clooney y recientemente Ben Aflleck. Ahora, no a todos les sienta bien la silla de director, algunos lo hacen con más pena que gloria como Tom Hanks y Johnny Depp.
En esta ocasión fue el turno de Russell Crowe y podríamos decir que esta más cerca del grupo de Eastwood, Gibson y compañía, pero eso tendrá que demostrarlo con una segunda cinta dirigida, ya que aquí se queda en un buen intento con muchas virtudes pero también defectos.
Para su debut como director, Promesa de vida (The Water Diviner), Crowe escogió una historia clásica con muchas reminiscencias del cine épico de los cuarentas y cincuentas en Hollywood, algo que pretendía evocar grandes obras como Lawrence de Arabia (David Lean, 1962) y Casablanca (Michael Curtiz, 1942). Sin embargo, sólo su puesta en escena se puede comparar un poco ante las obras maestras citadas, ya que su historia se queda a medias por no saber bien qué contar y cómo hacerlo.
Cuatro años después de la devastadora batalla de Gallipoli de 1915, en Turquía, aún hay algunos cuerpos perdidos en el campo de batalla. Un granjero australiano de nombre Joshua Connor (Crowe) viaja a Estambul para reclamar el cuerpo de sus tres hijos, todos declarados desaparecidos en combate. Aferrado a la esperanza y con ayuda de un oficial turco, Connor se embarca en un viaje a través del país para descubrir la verdad acerca del destino de sus hijos.
Creo que el principal problema reside en la ambición del director, ya que quiso abarcar demasiado a partir de una historia sencilla. Crowe satura la cinta con una aventura épica y un romance forzado, siendo los pasajes épicos lo más rescatable: flashbacks del personaje principal con sus hijos y de las batallas, además del recorrido del protagonista para encontrar a sus vástagos perdidos en acción. Desgraciadamente toda la parte romántica entre Crowe y la guapísima Olga Kurylenko queda sobrando.
La fotografía es una de las mayores virtudes, ya que corrió a cargo de Andrew Lesnie (fallecido hace un mes), cinefotógrafo de El Señor de los Anillos (Peter Jackson, 2001). Sus postales sobrepasan muchas veces la historia, y es que pensándolo bien, este filme es precisamente eso: un proyecto impecable en su manufactura pero carente de personalidad. Promesa de Vida denota el valor de Crowe, tiene aciertos como la fotografía y las actuaciones (sobre todo por la presencia del mismo histrión nacido en Nueva Zelanda), pero no deja de ser un debut poco brillante.
Curiosidades: El caballo que usa Crowe en la película es su propio caballo de nombre Honey. Jacqueline McKenzie, que interpreta a la esposa del protagonista, ya había trabajado con él en la clásica Romper Stomper (Geoffrey Wright, 1992).
