‘Dos tipos peligrosos’: El noir más divertido del año

Detectives trabajando en la ciudad de Los Ángeles, California. Esta es una combinación que Shane Black ha explorado literalmente por 30 años, bebiendo del film noir hasta llegar a la deconstrucción del estilo -o género para algunos-, con su hilarante debut como director, Entre besos y tiros (Kiss Kiss Bang Bang, 2005). A su vez, la fórmula detectivesca que Black no se ha cansado de usar emerge del subgénero conocido como “buddy cop”: de Arma mortal (Lethal Weapon, 1987) a su nuevo filme, Dos tipos peligrosos (The Nice Guys, 2016), los protagonistas conforman una pareja inusual de detectives, quienes desde su concepción inicial (y eventual encuentro) ya suponen ser una peculiaridad dentro de las historias sobre crimen.

Dos tipos peligrosos nos introduce a Holland March (Ryan Gosling) y Jackson Healy (Russell Crowe). El primero es un detective privado que no tendría trabajo sin esos ancianos que, absurdamente, lo contratan para localizar a sus familiares muertos; el segundo un tipo rudo que usa su fuerza como justiciero, aunque sus casos tampoco resultan ser tan relevantes (i.e. golpea por encargo a los “sugar daddies” de la ciudad). El detective de poca monta y el detective por casualidad no llegan a ser narradores tan explícitos como el rompedor de la cuarta pared que encarnó Robert Downey Jr. en Entre besos y tiros; pero sí protagonizan una monumental cantidad de situaciones propias de la comicidad que Black y otros exponentes -como los hermanos Coen en El gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998) o Paul Thomas Anderson en Vicio propio (Inherent Vice, 2014)-, le han inyectado a las tramas de crimen y misterio.

Con otra serie de sucesos misteriosos, unidos vagamente a partir del clásico caso de una joven mujer asesinada por motivos desconocidos, la principal variante en el esquema de Black es que nos transporta a otra época: los años setenta, cuando September de Earth, Wind & Fire sonaba en las fiestas y el Tower Records del Sunset Boulevard tenía vida. Más allá de las referencias pop, Dos tipos peligrosos une de forma ingeniosa dos temas correspondientes a esta década: los residuos del activismo sociopolítico que estuvo en boga durante los sesenta y el porno que aún requería de celuloide para su producción.

Dos tipos peligrosos podría pensarse como el neo-noir más sombrío de su director. La muerte de una actriz porno y la desaparición de otra jovencita hacen que los detectives descubran poco a poco una red de corrupción que no tendrá fin, dejando asesinatos a sangre fría y la noción de que los poderosos siempre se saldrán con la suya. Sin embargo, unos inspirados Gosling y Crowe encabezan lo que es también un film tan divertido y absurdo como Entre besos y tiros, donde sus personajes (igualmente con trasfondos oscuros) encuentran continuamente la redención.

A cada uno de los temas se le termina dando un preciso giro cómico, porque los vemos desde la perspectiva de los carismáticos  y, hasta cierto punto, ingenuos  detectives. El poder del cine experimental de la época y su función como denuncia representado con un peculiar filme porno en el que la narrativa se sobrepone al sexo;  el activismo social personificado por jóvenes inocuos (aunque con una justificada paranoia); o momentos de aparente intriga y peligro como oportunidad para un nuevo gag.

Dejando a un lado los dejos de romance con alguna femme fatale, otra idea relevante es la inclusión del lazo familiar, aún cuando la trama se expande. Si en Arma mortal vimos cómo el gran misterio concluyó en la misión de rescatar a la hija de uno de los detectives, en Dos tipos peligrosos la pequeña Holly March (Angourie Rice) no sólo es una pieza clave en las acciones centrales (por momentos más que los detectives) sino que funge como el centro de la moralidad para ambos: ella es el soporte de su padre (un alcohólico que se siente culpable por la muerte de su esposa) y del compañero (un hombre inmisericorde). De hecho, el mismo caso primordial parte de algo tan simple como una joven corrompida por su propia madre (Kim Basinger en el rol más cercano a la femme fatale).

En una escena cerca del final, el personaje de Gosling se queja de que su camarada no fue al grano para expresar una noción, en lugar le contó una historia que incluso involucraba a Richard Nixon. En su defensa, Crowe argumenta que si decía la idea de manera directa se hubiese perdido el valioso y bizarro relato con Nixon. Mientras Shane Black siga brindando parejas energéticas y momentos imaginativos -desde brillantes gags visuales (i.e. la caída milagrosa de Gosling a una piscina mientras su contrincante no corre con la misma suerte por milímetros) hasta un surrealismo digno de Pánico y locura en Las Vegas (Fear and Loathing in Las Vegas, 1998) que no deja de ser fundamental en el argumento-, sus recurrentes indagaciones en el cine de misterio no dejarán de ser bienvenidas. El camino recorrido está por encima del destino final.

Por Eric Oriz (@ElMachoBionico)

    Related Posts

    Un tríptico sobre Barbie de Greta Gerwig
    ‘El depredador’ y la búsqueda por renovarse
    ‘Blade Runner 2049’: Fantasmas de agua
    El futuro se acerca: tráiler de ‘Blade Runner 2049’
    ‘La La Land’: Un paraguas americano en California
    Primer tráiler de ‘Blade Runner 2049’