Las reglas de convivencia suelen perpetuar relaciones basadas en la hipocresía y en el reprimir los instintos básicos de agresión y conflicto en pos de un falso ideal de “comunidad”. La relación con los vecinos se basa en estos códigos de buena conducta, tolerancia y respeto, que son destruidos salvajemente por el más reciente filme de Nicholas Stoller (Eternamente comprometidos/The Four Year Engagement, 2012), que junto con el equipo creativo comandado por Seth Rogen continua con la exploración del bromance en Buenos vecinos (Neighbors, 2014).
La cinta va de una pareja joven que acaba de estrenarse como padres y que acaban de recibir nuevos vecinos: una fraternidad universitaria. La simpleza de la trama permite que Stoller y compañía exploren una amplia gama de temas relacionados con las crisis del adulto joven-tema recurrente en la comedia gringa –y las veladas ambigüedades detrás de la fraternidad masculina.
Al centro de la cinta se encuentra la pareja conformada por Mac y Kelly Radner, interpretados por Seth Rogen y Rose Byrne, quienes ven en sus nuevos vecinos una confrontación cruel con el tiempo: la juventud y su naturaleza cool se han desvanecido, y han abrazado el valor social más importante de la adultez: la hipocresía. Rogen es un oficinista que se aferra a un hedonismo nostálgico, que se ve deshecha por la llegada de una bebé.
Cuando la familia decide primero aliarse a los híper cool vecinos, un cómico juego de apariencias entra en acción, y cuando se enemistan con ellos, sus frustraciones encuentran desahogo en los intentos por desaparecer a los dionisiacos vecinos. Rose Byrne se consolida como una sublime presencia cómica, después de su memorable Helen de Damas en guerra (Bridesmaids, 2011), particularmente en una maquiavélica escena en una de las tantas orgías neón de la fraternidad presentando sagacidad doméstica e impecable ritmo en un personaje casi unidimensional. Por su parte, Seth Rogen gradualmente va aceptando su destino cuando afirma vehementemente “I’m Kevin James”.
Del otro lado de la cerca está la fraternidad presidida por la efigie gay, Teddy y su mejor amigo, Pete, así como su séquito de briagos y motos. La dupla central está conformada por Zac Efron y Dave Franco, quienes juegan constantemente la línea entre una amistad muy intensa y una profundamente dudosa. La complicidad masculina alcanzada por ambos se ve acentuada por el marco de la fraternidad y su peso, las expresiones de exacerbado machismo, uno construido sobre la base de familias unidas en el vicio y adheridas por un hedonismo terapéutico.
Efron consigue una interpretación dolorosamente real de una crisis de identidad personal en el inmaduro Teddy, encontrando las líneas tenues en una grotesca pero llamativa caricatura. Los códigos éticos de la juventud actual se ven refrendados y subrayan la predominancia de lazos fraternales sobre los carnales, una juventud profundamente dispersa que ha de pelear con lo que sea cuando ven su credo comprometido, incluso con un dildo blandito en la mano.
Quizá la más grande virtud de una cinta como Buenos vecinos es que nunca se toma en serio a sí misma ni pretende hacerlo, pero en su concepción y presentación introduce una visión sagaz en su engañosa imbecilidad, que entiende los límites de un pueril encono y confrontación, entendiendo las crisis personales como un chiste que se salió de proporción demasiado rápido.
Por JJ Negrete (@jjnegretec)