34 Foro | ‘Ninfomanía’ o el arte del disclaimer

Ninfomanía, Vol. 1 (Nymphomaniac Vol. I, 2013) comienza con una advertencia: “Esta versión fue censurada, resumida y editada”. La palabra disclaimer refiere a una negación de responsabilidad. No es por mi culpa ni por mi gran culpa; si acaso, la mutilación fílmica resultante se debe a la imposibilidad de distribuir o exhibir una película de más de cinco horas, o del público indispuesto a ver 90 minutos más de acercamientos a genitales. La división en dos volúmenes resulta desafortunada por los recursos biográficos y acumulativos de la narración (razón por la cual no tiene mucho sentido verlas por separado). La cinta está llena de estas advertencias previas; los personajes constantemente justifican sus acciones y reacciones desde la perspectiva histórica del presente, así como la manera en que se desarrolla el relato en términos de lenguaje y gramática cinematográfica.

La episódica vida de Joe (Charlotte Gainsbourg) está narrada desde un presente teatral, delimitado por cuatro paredes casi desnudas. Es la habitación de Seligman (Stellan Skarsgård), personificación del buen samaritano quien encuentra a Joe vejada en un callejón. Seligman vive a través de la teoría, de la lectura del mundo y la acumulación de saber. Joe es empirismo puro, espíritu convertido en la corporalidad más densa. Mientras Joe hace, Seligman observa, apunta, teoriza. La serie de opuestos utilizados para caracterizarlos no sería tan burda si no se subrayara en cada oportunidad. Seligman, el sabio hombre virgen, es teoría: Joe, la puta de proporciones bíblicas, es praxis. Los objetos que componen la escenografía llevan el principio de la pistola de Chejov al extremo, de manera transparente. Ya sean decorativos o funcionales, se convierten en puentes entre la historia de Joe y la experiencia del receptor. Puentes que, a su vez, constituyen la estructura en capítulos más forzada de Lars von Trier hasta ahora.

Antes de comenzar su relato, Joe enuncia el primer disclaimer: la historia de su vida es larga y de carácter moral (prepárese). Joe, según Joe, es mala. Seligman entra en el pacto de suspensión de incredulidad y escucha al personaje que está frente a él plantearse a sí mismo y juzgarse en términos morales. El primer volumen transcurre entre los episodios de la experimentación sexual temprana de la joven Joe (Stacy Martin interpreta el pasado del personaje con acertada y perversa ingenuidad) y la exposición de temas misceláneos por parte del letrado Seligman. El espacio interpretativo se reduce al mínimo, pues cada intervención, cada figura retórica (así como su efectividad) es desmenuzada ante nuestros ojos por los propios personajes.

En este sentido, tanto Joe como Seligman están demasiado conscientes de sus funciones narrativas; no sólo son interlocutores, un par de desconocidos compartiendo su pasado y conocimiento. Además de narradores, Seligman y Joe son expositores, críticos y, ¿quién diría?, espectadores. Aunque la convención establece que Seligman sólo escucha las palabras de Joe, en ocasiones hace comentarios de cosas que no se enuncian; que se ven. El privilegio del flashback en imágenes no es sólo del espectador real, sino también del ficticio: está viendo la misma película que nosotros. La más memorable de estas violaciones del espacio narrativo es cerca de la mitad del volumen II, cuando Joe interrumpe un fragmento de su historia con la imagen no enunciada de un auto en llamas. Seligman detiene a Joe y declara no haber entendido cómo se conecta esa imagen con lo anterior. Incluso pregunta si la aparición anticipada del auto es una manera de construir suspenso. Con este tipo de diálogos e interacciones entre personajes, von Trier devela el propósito de cada recurso en su cinta.  Se trata de una especie de advertencia, un “see what I did there?”.

Cuando Joe se reencuentra por casualidad con su primer amor, Jerôme (Shia LaBeouf), Seligman la acusa de inverosímil. Antes de que el espectador alce su ceja en duda, el personaje ya lo hizo. La misma Joe critica las digresiones de Seligman y hace notar que están llenas de artificialidad dramática, expositiva y didáctica. ¿Demasiado inverosímil?, ¿Muy forzado? Ya lo sé, y me lavo las manos.

Mientras que las escenas y diálogos confinados en el cuarto de Seligman son estériles y acartonadas, los espacios abiertos donde se desarrolla la búsqueda de placer de la joven Joe ofrecen momentos de frescura, si bien repletos de la verbosidad del presente narrativo, también de situaciones intensas de estimulación creciente. Sin embargo, en casi todos los casos, la resolución resulta fallida. Tal y como la anorgasmia asociada con el sexo crónico, el final del primer volumen deja la insatisfacción innombrable de haber sentido un asomo de orgasmo sin su culminación.

En ambos volúmenes hay pocos momentos realmente destacables. La culpa de no sentir culpa por el sacrílego pero sagrado furor uterino de Joe se hace patente en dos momentos; en el primer volumen, con la aparición de Mrs. H. (Uma Thurman), quien representa a la figura de la esposa y la madre legítima en un divertido ataque de histeria, el cual se acerca peligrosamente al cliché. El segundo, del volumen II, es durante las sesiones híper asépticas de erotización sadomasoquista perpetuadas por K, (Jamie Bell).

En la advertencia final de la película (por si no entendieron la lección) Seligman hace una reflexión sobre el ser una mujer dominada por su sexualidad. Si un hombre abandona a su familia por buscar el placer, es normal. Si una mujer lo hace es un pecado imperdonable. El que Seligman le dé una última lección de compasión a Joe para que ella misma entienda que la maldad de su condición recae en la sociedad, es, además de innecesario, condescendiente y chocante. ¿No podíamos terminar el aleccionamiento con la última referencia literaria-bíblico-musical? Más que una historia sobre una mujer que expresa su deseo de manera libre y total, Nymphomaniac es una especie de orgía moral que en el fondo repite la frase “qué duro es ser mujer”.

Por Hipatia Argüero Mendoza (@MeLlamoHipatia)
Ésta es una reedición de nuestra cobertura de la 56 Muestra Internacional de Cine.

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