‘Vamos a jugar al infierno’: Una sangrienta carta de amor al cine

Vamos a jugar al infierno (Why Don’t You Play In Hell?, 2013) esta cimentada en la exageración. Desde el grano reventado en la cinta de 35mm en la que está grabada, hasta la sangre que salpica las paredes y llena por completo el suelo, todo es llevado al límite en la cinta del director japonés Shion Sono. El director suelta una loca historia de pasión y violencia de una forma estilizada, al mismo tiempo que rinde homenaje a las viejas y nuevas glorias del cine de acción. La cinta también da una sensación de nostalgia y cariño por elementos clásicos del cine y su realización.

Why Don´t You Play In Hell? desprende una sensación de añoranza extrema por las películas sencillas y llenas de emoción, al mismo tiempo que mantiene un estilo moderno y bien definido, de aliento similar a obras recientes como Kill Bill (con la que incluso comparte actores). La cinta es una carta de amor, bañada en sangre, al cine hecho con verdadera pasión.

El cine de Sono es una exageración de la vida real, de elementos comunes, como la violencia o la pasión que se puede sentir por el cine, llevados a niveles insanos. La película rinde tributo a una época pasada, en la que las cintas nacían de la pasión de los cineastas y no de las proyecciones económicas de los estudios. Aquí es donde entran a escena los Fuck Bombers, el mejor club de cine en todo Japón, compuesto por Hirata, el director; Tanigawa, encargada de los zooms; Miki, el experto en dollys, y Sasaki, el próximo Bruce Lee. El grupo está obsesionado con una sola cosa: hacer una buena película, aunque la vida se les escape en el proceso.

Al mismo tiempo, se va desenvolviendo una sangrienta riña entre dos facciones de Yakuza, que eventualmente se convertirán en el equipo de filmación y actores soñados por los Fuck Bombers. Las expresiones, los disparos, las batallas con espadas samurái y los momentos de comedia ridícula se disparan a extremos violentos que se sobreponen y le dan un toque surrealista, pero nunca se complican tanto como para dejar confundido al público.

El único defecto que se le puede encontrar a Why Don’t You Play In Hell? es su lento paso al momento de arrancar. Los primeros 100 minutos de la cinta sirven para poner todas las piezas en su lugar, pero la cinta no se vuelve tediosa porque, si bien la historia no se mueve rápido, sí suceden muchas cosas en todo momento sobre la pantalla.

Sono logra borrar los límites entre realidad y cinta, con la inserción de un filme dentro de un filme dentro de un filme. Además de la violencia y la comedia, el director japonés logra darle una carga sentimental a los momentos en la trama que lo necesitan; esto hace que al final, cuando los personajes empiezan morir al por mayor, se sienta una empatía por cada uno.

El estilo que Sono aporta a la cinta también ayuda a que este paso lento no sobresalga mucho y mantiene la cinta sencilla, divertida y violenta. Movimientos rápidos, yuxtaposiciones marcadas de color. El guión también pone al espectador en un lugar lleno de contrastes, pues la risa y la violencia se acompañan en todo momento durante la trama de la película. Al mismo tiempo que el director nos deja ver el esfuerzo que las personas están dispuestas a invertir en un proyecto cuando sienten verdadera pasión por éste.

Por Xavier R. Vera (@SoyXavito)

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