‘Buenos vecinos 2’: Intercambio de roles

Las universidades mexicanas nunca han tenido un sistema de fraternidades como el de Estados Unidos, sin embargo el cine se ha encargado de enseñarnos cómo funcionan, al menos en su veta más fiestera (Animal House, Porky’s, La venganza de los nerds). Las escenas se han repetido una y otra vez: hombres jóvenes, música a volumen alto, bebidas embriagantes y muchas mujeres. Es el ambiente del bromance, lleno de códigos masculinos. Glorificado hasta el cansancio.

Esos eran los elementos que tomaba Buenos vecinos (Neighbors, 2014), se aprovechaba de ellos y luego los destruía cuando veíamos al protagonista (Zack Efron) en su patética vida adulta: como vendedor (sin camisa) de una tienda de ropa mientras sus amigos partían a tener aventuras profesionales más ambiciosas. Toda la gloria fiestera de su fraternidad era imposible de traducir en el mundo real. La pareja casada ganaba sólo porque es imposible (en el 99% de los casos) comportarse como un adolescente oligofrénico toda la vida.

Era un giro inteligente, acertado sin necesidad de complicar la trama principal, desarrollada en función de las risas y el encuentro entre dos figuras masculinas. Si Rose Byrne les robaba la película, era otra cosa.

Kelly (Byrne) y Mac (Seth Rogen) están camino a tener otra hija, han comprado otra casa en los suburbios donde toda la familia podrá ser feliz. Aunque antes deben vender su actual vivienda, deben esperar 30 días para hacer válida la compra. Las cosas se complican porque una nueva fraternidad se muda a la puerta de al lado. Ése es el esquema con el que arranca Buenos Vecinos 2 (Neighbors 2: Sorority Rising, 2016).

Hay una intención por parte del director (Nicholas Stoller) y su equipo de guionistas de darle a su comedia un toque femenino, que no feminista, filtrado por una mirada masculina sobre las acciones. Las acciones que se mostraban en la cinta anterior, ahora son ejecutadas por las chicas. Desde emborracharse hasta morir a tirar tampones ensangrentados (en lugar de dildos) contra una ventana.

Al mismo tiempo es una comedia muy consciente de dos cosas. La primera, la manera en que se manejan las fraternidades de hombres y el lugar minoritario (a varios niveles) de sus contrapartes femeninas. Es un territorio desigual y peligroso para las chicas, que da paso a la segregación. La única forma de estar seguras es estar alejadas del otro género. Incluso la fiesta donde su líder, Shelby (Chloë Grace Moretz), pierde la virginidad pasa en off.

En un segundo nivel, la cinta juega una carta, casi metanarrativa, donde hace patente su estatus de secuela. De manera similar a Comando especial 2 (22 Jump Street, 2014). El cóctel propone intercambiar de esta manera los roles, aunque antes de que rueden los créditos todo y todos terminen en lugares similares.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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