Bridesmaids: Viril femineidad

La nueva ecuación

La ruptura de géneros ha sido un tópico recurrente en las últimas producciones provenientes de la tierra de las naranjas y el silicón (California). Esta “ligera transgresión” ha formado parte de una nueva generación de “profesionales” del cine que están en constante búsqueda de nuevas fórmulas de éxito comercial que puedan ser explotadas por las ambiciosas cabezas de los estudios (¡te hablo a ti Harvey Weinstein!). De esta química conceptual surgen diferentes “productos de consumo” que son probados y lanzados al mercado en busca de un nicho. Algunas son destrozadas por el gélido latigazo de la crítica, lapidadas con la indiferencia de la audiencia y terminan perdidas en las inmensas listas de catálogo de estudio. Es difícil predecir qué nueva “receta” asegura un éxito, siendo que, a últimas fechas, las grandes superproducciones se hunden a niveles inesperados, mientras que se cosechan cada vez más los sleeper hits, películas con un price tag bastante bajo y que producen márgenes de ganancia enormes para los estudios (y Harvey Weinstein). Este papel ha sido acaparado por películas similares a las que atañe este texto en años anteriores (Chicas PesadasMean Girlsen el 2004); estamos hablando de la película que actualmente se da el lujo de presumir un noveno lugar en taquilla doméstica (dado que en EU son como animalitos) con más de 100 millones de dólares en los bolsillos de los productores, Damas en Guerra (Bridesmaids, 2011).

Escatología Perfumada o Flatulencia con aroma de mujer

Bridesmaids implica una interesante fusión de conceptos que podrían parecer ajenos entre sí. El chick flick que implica conceptos fílmicos como bodas, París americanizada, el color rosa, los puppies (como el del papel de baño) y las erotizadas relaciones de amistad entre mujeres, pero se agrega a la ecuación el elemento raunchy (del cual, Porky´s, de 1980, es pionero del género). Lo raunchy implica básicamente la humorización escatológica; hacer de los chistes de pedos, popó, pipí, vómito, diarrea y pilines… tu modus vivendi, como Eddie Murphy, quien promete la entrega del Oscar más corriente y vulgar de la historia, en la que echará flatulencias en la cara de Julia Roberts… Ojalá. Ciertamente un constructo fílmico arriesgado, sin embargo, diseñado por el marketing para agradar a un gran grupo de consumo: parejas heterosexuales en las que la mujer identifica los valores y arquetipos del chick flick, mientras que el jovencito se caga de risa cuando hay asomo del toilet humor.

Sensibilidad Apatow. La humanización de la degradación.

Tomando en cuenta lo arriesgado de la propuesta, se necesita de un consultor creativo que tenga experiencia en el campo, alguien que pueda encontrar la dosis adecuada entre el varonil raunchy y el sensible chick. El adecuado, desde luego, es el judío (aguanten sus prejuicios) Judd Apatow, creador de Virgen a los 40 (The 40 Year Old Virgin, 2005), Ligeramente embarazada(Knocked Up, 2006) y Siempre hay tiempo para reír (Funny People, 2009). La sensibilidad de Apatow se identifica con la idiosincrasia norteamericana y su sistema cultural de valores. Siendo así, se decide que el personaje protagónico, Annie (una increíble Kristen Wiig) sea una estampa simbólica del estadunidense actual: cínico y en quiebra. El personaje de Annie es digno de la galería que Apatow ha creado en otras cintas (cabe mencionar que Apatow no escribe ni dirige, sin embargo, funge como productor y como consultor creativo de la cinta), ya sea el puerilmente asexuado “Andy” (Steve Carell) de The 40 Year Old Virgin, o el eterno college stoner Seth Rogen en cualquier cinta.

…escrito por James Joyce y recomendado por Oprah.

Annie es una mujer que pone un negocio de cupcakes (de ahí que la cinta presente sendas escenas de la elaboración de cupcakes que bien pueden ser descritas como pornografía para diabéticos); se encuentra en quiebra y pierde su dinero y su pareja, teniendo que rentar un departamento a un par de británicos burned out, cuya más grande gracia reside en su acento. Annie tiene un carro que no le funcionan las luces traseras (lo cual funcionará como metáfora en la cinta de su aversión al compromiso) y tiene un despreciable fuck buddie en la figura de Jon Hamm (quien continúa posicionándose como un genio de la comedia contemporánea). Aunado a esto, Annie se encuentra en una complicada relación con su madre (la siempre genial Jill Clayburgh), quien, reflejo de la clásica aversión gringa a la intimidad y el contacto personal, se desvive ayudando a alcohólicos en AA y haciendo retratos a lápiz de celebridades. Esta falta de intimidad en el núcleo social que representa la familia permite que Annie genere las mismas deficiencias emocionales de su madre, que son aquellas que aquejan a los gringos del 9/11.

La neurosis usa colores pastel

Es en este contexto que Annie, elegida para ser la dama de honor en la boda de su mejor amiga (La Sra. de Paul Thomas Anderson, Maya Rudolph), lo cual acarrea su acercamiento con mujeres que sufren de enormes deficiencias al igual que Annie. Los personajes femeninos tienen una dimensión psicológica profunda pero caricaturizada (como tarjetas de Hallmark escritas por Ibsen), teniendo en un pintoresco ensamble femenino a las siguientes:

Helen, interpretada con aplomo por Rose Byrne, es una mujer que sufre del mal de todas, la soledad, busca en la figura de Lillian (Rudolph) una amistad incondicional que sacie el hueco emocional que le dejan su esposo e hijastros (quienes la mandan a la chingada olímpicamente). Aunque es la clásica queja petite burgeois (llevada al paroxismo vomitivo el año pasado con Eat, Pray, Love), el personaje de Helen resulta empático y creíble en sus desesperados intentos por opacar a Annie. Tenemos además el white married woman drama con Rita (Wendi McLendon-Covey) y Becca (Ellie Kemper), cuya respectiva insatisfacción sexual y desagrado por la vida doméstica se condensa en una relación con tono lésbico. Finalmente tenemos a Megan (Melissa McCarthy), la cuñada de Lillian, experta en temas de seguridad (fiebre post 9/11), machorra y sola; una versión más inteligente del entrañablemente estúpido “Alan” de ¿Qué pasó ayer? (The Hangover, 2009y que sufre, igual que Helen, de soledad crónica.

La continua caída

Bridesmaids  es una historia en la cual la protagonista no deja de caer en una vorágine de degradación enorme; su humillación parece no terminar en las poco más de dos horas de película; la caída es profunda y continua, el espectador gringo puede sentir esa vorágine moral y económica; la sufre y la padece a diario, sin embargo, en la cinta existe un final satisfactorio para los personajes. Bridesmaids, para los estadunidenses, es la boda, la algarabía y el folklore embetunado y vestido en colores pastel; como invitados se divierten, pero al final del día, son simplemente damas de honor presenciando la ceremoniosamente continua y dura caída económica, no sólo de una industria en la búsqueda de reinvención, sino la de su nación.

Y comienza a cantar Wilson Phillips, Hold On.

Por JJ Negrete

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