Bitácora del GIFF: Día 1 – Identidad y pertenencia

Los festivales de cine son algo común hoy día. Hace diez años eran contados. La situación a cambiado, incluso al grado de la sobreexposición. Por eso los certámenes más grandes y con un recorrido adelantado deben buscar sus raíces, continuamente acercar a las comunidades que les brindan un hogar a su programación. La segunda parte del Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF, por sus siglas en inglés) —la primera fue en San Miguel de Allende— arrancó recordando y emocionando a aquellos a su alrededor con la proyección de los trabajos producidos por el concurso de Identidad y Pertenencia y, unas horas más tarde, el arranque del Rally Universitario de Cortometraje.

Como su nombre lo indica, el concurso de Identidad y Pertenencia busca a seis equipos universitarios, sin experiencia previa en la producción cinematográfica, para filmar un corto documental sobre su comunidad o alguien perteneciente a ella. Seis meses de trabajo y talleres, diez minutos de metraje para plasmar la importancia de su tema elegido. Al igual que el año pasado, los resultados no podrían ser más variados. Desde pueblos dedicados por completo a la enseñanza de música de banda, pasando por la familia dedicada al negocio de la cera que perdió a su patriarca a media filmación, hasta una jovencita de la sierra que sacrificó el estar cerca de su familia por estudiar una carrera universitaria. Las lágrimas abundaron.

Entre el contingente destacaron dos trabajos. El primero titulado Sin polvo y dedicado al payaso Cheptín, un artista metido de lleno en el negocio de sanar almas con sonrisas. En él, su directora, Lilia Ferrel Vargas, intenta abordar la dualidad que experimenta aquel dedicado a la actuación a cualquier nivel: el hombre y el personaje son uno mismo. El segundo podría vivir sin el primero pero no al contrario. La metáfora llega a imitar ese inolvidable momento en que Juan Gabriel y Alberto Aguilera Valadez charlan como dos grandes amigos que se reencuentran después de mucho tiempo.

Asimismo, se da tiempo de experimentar formalmente con la puesta en escena. Teniendo en cuenta que los chicos carecían de experiencia previa, sus primeros pasos en el cine denotan confianza y talento. Quizá la idea de continuar con la profesión no sea descabellada.

En la otra esquina está Guantes y navajas. Este cortometraje busca crear un paralelismo entre los boxeadores amateurs y los gallos de pelea, dos animales, dice el documental, que deben mostrar la casta en cada combate o la vida se les va en ello. Un movimiento arriesgado con los aires de corrección política y las campañas oportunistas del Partido Verde contaminando el ambiente.

La comparación funciona por el fervor y preparación mostrados por los involucrados en ambos campos. Aquellos que alistan un gallo para ganar un combate sufren y se involucran con sus pupilos de la misma manera que un entrenador se encabrona cuando su boxeador muerde la lona. Aquí la lección es que nadie se raja.

“No, no mames, se pasó ese cabrón. No mames.”

Por Rafael Paz (@pazespa)

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