‘Bajo la misma estrella’: Lágrima manifiesta

Las películas románticas sobre enfermedades terminales parecen ser un género por sí mismas. Tienen reglas establecidas y rara vez se salen de la línea, como si temieran algún manazo de una maestra regañona por no ocupar todo el renglón cuando haces letra de molde. Chica y chico se conocen, se enamoran, quizá alguno sea rebelde y logre cambiar al otro, el amor flota y atrapa, repentinamente uno revela que está muriendo, las lágrimas empiezan a fluir, la audiencia lo sufre, la manipulación pega y la catarsis llega.

De Lo mejor de mi vida (My Life, 1993) a Amor índigo (L’écume des jours, 2013), pasando por Un amor para recordar (A Walk to Remember, 2002) y Dulce noviembre (Sweet November, 2001), pocas intentan alejarse de la manipulación o, aun más escasas, jugar con el humor. Como lo hacía Jonathan Levine en 50/50 (2011), por ejemplo.

En un inicio, Bajo la misma estrella (The Fault in Our Stars, 2014), de Josh Boone, parece seguir la misma línea marcada por sus antecesoras y, aunque por tramos lo hace, también hay una sutil intención por salirse del molde. La voluntad es ligera, sí, pero suficiente para sobrevivir a las expectativas, como lo explicó Maximiliano Torres en su texto sobre la cinta.

Adaptado de un popular libro para adolescentes, la película tiene como protagonista a Hazel (Shailene Woodley), una linda muchacha que enfermó de cáncer en la infancia y ha logrado extender sus años de existencia gracias a una medicina experimental. Su monótona rutina, llena de medicinas y visitas al hospital, le provoca cierto resentimiento con la vida y provoca que su madre la obligue a ir a un grupo de ayuda. Ahí conoce a Gus (Ansel Elgort, super cute), un sobreviviente lleno de ánimo y alegría.

El acierto que separa a Bajo la misma estrella de sus compañeras temáticas es el tratamiento de Boone hacia sus personajes: antes que enfermos de cáncer, son adolescentes en busca de compañía, amor, comprensión. La intención es humanizarlos para evitar caer en caricaturas, aunque no se puedan separar del todo de su faceta más manipuladora. Hazel carga siempre con un tanque de oxígeno como recordatorio permanente de su enfermedad. Ayuda también la presencia de  dos actores jóvenes con buena proyección a futuro en los protagónicos –sobre todo Shailene Woodley (The Descendants, The Spectacular Now)–, apuntalados por un par de sólidos veteranos en papeles claves: Laura Dern como la mamá de Hazel y Willem Dafoe, en la piel de un amargado escritor.

Bajo la misma estrella tiene un extraño equilibrio de romance, humor y sufrimiento. No es suficiente para escapar del esperado estrujamiento emocional, pero sí para hacerlo sentir fresca.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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