A sus casi 80 años, Woody Allen no se cansa de hacer películas, pero sí le molesta algo después de 45 producciones: que lo consideren todavía un director estrictamente cómico. En entrevista con el Wall Street Journal, Allen comentó que le cuesta trabajo que lo tomen en serio. Recuerda que, por ejemplo, en la proyección en Cannes de La provocación (Match Point, 2005) la gente se reía. “Creo que la gente se reía porque pensaban que se estarían perdiendo algo si no se reían”.
Allen considera que su nueva película ha padecido la misma respuesta cuando tampoco tiene elementos cómicos, aunque para el entrevistador la música de Ramsey Lewis aligera el tono. Allen, sin embargo, le explica que el proceso para introducir los soundtracks de sus películas se reduce a poner al compás de la película alguno de los discos que tiene en un cuarto al lado de donde hace la edición.
En cuanto a su carrera, Allen no tiene planeado ni el retiro ni un testamento, como Saraband (2003), la última película de su héroe, Ingmar Bergman. “Sólo trabajo año con año, y hasta ahora parece, a menos que no lo sepa, que tengo buena salud”. Y con una doctrina de trabajo tan constante, así como la longevidad de sus padres, es seguro que seguiremos viendo más filmes de Allen, graciosos o no.