100 años de Bergman: ‘Sonata de otoño’

La escena es en realidad sencilla. Abrumadoramente sencilla. Dos mujeres se sientan en una mesa y discuten. La cámara captura sus rostros en un close-up cerrado, intercambian diálogos, los detalles de su piel se crispan sutilmente, el duelo de palabras sigue, no parecen perder la calma pero algo en su voz delata la incomodidad de la situación. Recuerdos aparecen a cuadro, niñez convertida en golpes emocionales, resentimiento en gestos presentes.

Las mujeres en cuestión son las protagonistas de Sonata de Otoño (Höstsonaten, 1978). La película narra su encuentro, madre e hija(s) no se han visto en muchos años y la primera acepta la invitación de la segunda para visitarla en un tranquilo poblado. Ahí verán renacer los rencores que las mantienen distanciadas. Este es un drama familiar que se cuece a fuego lento, potenciado por dos grandes actuaciones de Ingrid Bergman y Liv Ullmann.

La puesta en escena de Ingmar Bergman recuerda al teatro, aunque la cámara nunca se torna rígida o toma a los personajes principales como si estuvieran en una tarima a la distancia. Al contrario, la cinta está llena de encuadres cerrados, de rostros hablando con dureza frente al cuadro. Este es un retrato de intimidad, una lucha fraternal entre dos mujeres de carácter irreconciliable. Bergman nos permite vulnerar esa intimidad, ser partícipes del encuentro como si estuviéramos sentados a la mesa con ellas.

En ese espacio, Bergman no sólo recrea las experiencias de los personajes sino las del público. Toda familia tiene desacuerdos y disputas, por ello la dinámica propia nos hace empáticos con ellas. Es una lucha donde ambas muestran su peor faceta y, al mismo tiempo, es fácil entender que hay algo de razón en los argumentos esgrimidos por cada uno de los frentes.

Esta lucha intestina se da entre dos personas que se saben falibles. Cuando Ingrid descubre que su otra hija también está en la casa, cuando ella la imaginaba en el hospital donde la dejó, es sencillo tacharla como una mujer irresponsable o que evade sus responsabilidades como madre y comprender su reacción ante la “trampa” en que su otra hija la ha metido. Ese es el juego sobre el que camina Sonata de Otoño y la clave de su impacto emocional a tantos años de su estreno.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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