9º Ambulante | ‘Mil soles’: El frío calor del pasado

Touki Bouki fue uno de los filmes más importantes salidos de África durante el efervescente período de las décadas de los 60 y 70, que también vieron brillar a cineastas como Ousmane Sembene. Djibril Diop Mambéty, cineasta senegalés, encontró un lugar en la Quinzaine des Réalisateurs en el Festival de Cannes de 1973 con el filme ya mencionado, la historia centrada en jóvenes senegaleses que buscan cruzar el Estrecho de Gibraltar en aras de arrancar un pedazo de prosperidad a la bella bestia conocida como Europa.

De gran audacia formal, Touki Bouki tiene fuertes raíces en el cine etnográfico con un fuerte aroma de denuncia mientras que incorporaba elementos de un atrevido juego cinematográfico reminiscente de la mítica nouvelle vague, cuya influencia trascendió sólidas barreras culturales. Este filme ha sido uno de los elegidos por la World Cinema Foundation, un loable trabajo por parte del celebrado cineasta (y cinéfilo) Martin Scorsese para la protección de invaluables joyas del paraje cinematográfico internacional.

Ahora, poco más de 40 años después del modesto éxito alcanzado por Touki Bouki, la joven directora francesa y sobrina de Djibril Dipo, Mati Diop (quién también estelarizó 35 Shots of Rum de la brillante Claire Denis) investiga lo que ha pasado con la pareja protagonista, haciendo una interesante meditación sobre la enorme y oculta herencia del filme. En Mil soles (Mille soleils), Magaye Niang, protagonista de la historia, nunca abandonó Dakar y ahora divaga por las calles de Senegal, preguntándose por el destino de su amada Anta en los escenarios, casi intactos, del filme rodado ahí cuarenta años atrás.

Existe un ejercicio dialéctico muy llamativo entre ambas piezas, independientes pero al mismo tiempo unidas por un metalenguaje markeresco que conecta la ilusión de antaño provocada por vibrantes tiempos de cambio con una melancólica desilusión actual, creando una especie de documento eterno sobre los tenues límites de la ficción.

Mati Diop encuentra a Senegal en un lugar no muy diferente del que aparece en Touki Bouki, donde lo sagrado se conjuga con lo urbano buscando ampliar la perspectiva monográfica que aún se conserva de la vida en África, haciendo uso de Magaye Niang como el exponente de la enorme tristeza de una vida estoica que continua preguntándose por el destino que se encuentra en tierras europeas.

Cerca del final del documental Mille soleils , se hace una proyección especial de Touki Bouki en la que aparecen los protagonistas de la historia, cargando en sus ojos una confusa mezcla de alegría y desolación, lo único que ilumina sus rostros es la proyección de un anhelo.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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