35 Foro | ‘La tribu’: La violencia del gesto

A inicios de este año Ucrania vivió una crisis intensa en torno los símbolos nacionales que supuestamente dan identidad a sus ciudadanos. El debate escaló de tal forma que algunas facciones políticas propusieron invertir los colores de la bandera nacional por considerar que era una bandera que había nacido desde la xenofobia y el rechazo al gobierno ruso. Para quienes no están familiarizados con la bandera de este país ex soviético: ésta es un rectángulo de 2:3 que en la parte superior tiene una franja de color azul y en la parte inferior, una franja de color amarillo.  Estudios historiográficos recientes han demostrado que el origen heráldico de dichos colores se ha perdido, así que las interpretaciones más aceptadas aseguran que el azul responde a los cielos abiertos de Ucrania y el amarillo a los campos de trigo.

Es mismo azul pinta –y enmarca– las paredes del internado de sordomudos que retrata la polémica La tribu (Plemya en su título original) del cineasta, Miroslav Slaboshpitsky. Máxima ganadora de la Semana de la Crítica en 2014, The Tribe es una película que se ha querido destacar (solamente) por sus logros técnicos: es la primera película que enteramente está protagonizada por personajes sordomudos y que no está hecha expresamente para ese mercado. Además vale la pena mencionar que los sordomudos no sólo utilizan absolutamente en todos los diálogos el sistema de señas, sino que se valen de un sistema de señas ucraniano, muy distinto al sistema internacional, así que el reto es doble: sin que el espectador común entienda el contenido real de los diálogos, debe comprender el contexto y especialmente la gran narrativa que atraviesa el argumento. Desde ahora es justo decirlo: lo logra. The Tribe se entiende, sin diálogos, sin música, con sus largos planos secuencia, con sus escenas prolongadas de silencio incómodo. La historia se entiende pese a que todo recae en la gesticulación más simple y primitiva, como en los albores del cine.

Esta sorprendente ópera prima sigue a Sergey (Grugoriy Fesenko), el joven nuevo en el internado que debe soportar el bullying, el acoso, la violencia y poco a poco escalar en la jerarquía de los poderosos en este microuniverso que despliega un discurso fatalista sobre la naturaleza humana. Desde un inicio la figura de los adultos es casi inexistente, al menos como figura de autoridad. Los niños y jóvenes viven en una suerte de aislamiento (el edificio del internado es la isla del clásico The Lord of the Flies) en donde no existen reglas, salvo la ley del más fuerte y todos deben participar en la dinámica criminal que atraviesa esos complicados pasillos.

Como filme no es sencillo. La falta de diálogos y de subtítulos llama a atender a los gestos y no a las palabras. El lenguaje que leemos es el de los cuerpos y por eso la narrativa es fragmentaria, incompleta. Siempre queda la duda de lo que realmente ocurre en el intercambio dialógico entre los personajes. Además el mundo en el que nos sumerge Slaboshpitsky con su steady-cam, a modo de documental es un mundo violento, cruento, plagado de conductas criminales. Es decir, nuestro propio mundo, pero sin la hipocrita visión del otro como una figura victimizada.

Prostitución, impulsos brutales, maltrato físico, aborto, vandalismo, son sólo algunos de los ingredientes que sazonan esta atípica película que significa uno de los debuts cinematográficos más innovadores e incendiarios de los últimos tiempos. The Tribe consigue que el espectador tras la última secuencia se quede mudo, impactado, con imágenes que lo perseguirán mucho tiempo después que la película haya terminado. Nos encontramos ante una de esas películas que nos devuelven la fe en el cine, aunque nos revelen que no existe salvación para nuestra especie.

Por Davo Valdés de la Campa (@Davovaldes)

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