El simbolismo de la luciérnaga, en el contexto cultural oriental, suele utilizarse para representar luminosidad ante la oscuridad, a la metáfora que resalta la esperanza en el amor, a la nostalgia o la despedida que marca el cierre del pasado y el avance hacia una trascendencia existencial.
Con Luciérnagas (2018), la realizadora iraní Bani Khoshnoudi (Ziba) retrata una perspectiva sutil sobre la inmigración y la dificultad de adaptación en tierras extranjeras. Tras huir de Irán por persecuciones violentas, Ramin (Arash Marandi) radica en Veracruz, con la esperanza de conseguir dinero suficiente para emigrar a Turquía o Grecia. Durante su estancia en México, entabla una amistad con Leti (Edwarda Gurrola), la dueña del hotel donde se hospeda, se familiariza con el idioma español y vislumbra sus opciones de futuro.
El guion de Khoshnoudi entreteje la nostalgia al pasado y una amargura personal originada por la adversidad. Las conversaciones con inmigrantes de diversos países resaltan, de manera sutil, el deseo de obtener una mejor vida, mientras que su protagonista guarda indecisión con respecto a emprender un mejor futuro. Los primeros planos del relato reafirman la imposibilidad emocional de su personaje para percibir libertad y hallar esperanza, viviendo en un puerto de Veracruz que representa un atascamiento existencial.
La introspección y sensibilidad de la trama busca confrontar a Ramin con el misterio de un pasado con vivencias dolorosas, añadiendo la naciente atracción que siente por Guillermo (Luis Alberti), compañero de obras e inmigrante centroamericano que pone a prueba sus intenciones de retomar el viaje, así como una homosexualidad que oculta a su entorno cercano. Mismo caso ocurre con Leti, quien se muestra reacia a confrontar el regreso de Ernesto (Eduardo Mendizábal), un viejo amor que la abandonó para inmigrar a Estados Unidos, subtrama femenina que pierde relevancia con el desarrollo del relato.
Si bien el aspecto social enfatiza, de manera calma, el intercambio cultural mexicano-iraní y las crisis de inmigración a causa de la violencia y la pobreza, su aspecto dramático toma distancia para profundizar en el desarrollo de sus protagonistas. Sus pasados tienen un tratamiento vago, descuidado por instantes y sus problemas personales quedan marcados de manera superficial, sin otorgar fuerza a un drama que reitera en la memoria del pasado y la incertidumbre del futuro.
Aunque Luciérnagas retrata con calma y sensibilidad la empatía y la esperanza en tiempos difíciles, es un irregular viaje de búsqueda de libertad personal que tiene una estructura ambigua en su narrativa y deambula por las crisis sociales de la inmigración, los amores rotos y los problemas existenciales.
Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)