Nuestra segunda jornada en Sundance trajo más frustración que satisfacción con películas que se apoyan más en sus premisas que en la manera de presentarlas y expandirlas. Resulta curioso cómo lo que se entiende por “cine” o “película” va tomando formas que no son propiamente cinematográficas, pero que parecen responder a otras inquietudes no del todo claras.

Los puntos altos del día fueron para películas de género que actualizan preocupaciones y objeciones avivadas en los últimos años contra el horror y sus derivados. Aquí una de ellas:

Censor
Dir. Prano Bailey-Bond

La influencia de cualquier material audiovisual sobre la conducta y las decisiones humanas ha sido objeto de debate durante las últimas décadas, principalmente como un atractivo chivo expiatorio para justificar criminalidad y simular una “acción definitiva” contra las supuestas fuentes de los males sociales. Los llamados video nasties, películas de bajo presupuesto con excesiva violencia y distribuidas principalmente en formato de video, fueron culpados a inicios de los años 80 de contribuir significativamente al aumento de la tasa de criminalidad en Reino Unido. Es el contexto de la ópera prima de la cineasta escocesa Prano Bailey-Bond, Censor, en la que Enid (una estupenda Niamh Algar), tiene como trabajo censurar violencia explícita en películas, hasta que se topa con un video nasty que la afecta mucho más allá del contenido y se conecta con una experiencia traumática.

Las convergencias entre los peculiares mundos de las películas de bajo presupuesto o de género y temas de corte más personal han tenido exponentes tan notables como Blow Out (1981) o Body Double (1984), ambas de Brian de Palma. Censor parece apuntar en una dirección similar, aunque su trayectoria se orienta más a cimentar una postura clara contra quienes piensan que el horror o el gore incitan actos criminales o perpetúan males sociales. Es evidente que Bailey-Bond conoce el cine de género y siente una gran afinidad por el submundo de los video nasties como muchos otros cineastas de género, pero, a diferencia de ellos, ella evita hacer un deliberado “homenaje” y avoca su esfuerzo a defenderlo, apoyándose particularmente en la idea que nuestra psique es el censor más poderoso.

En un momento de la película, la labor del censor fílmico –burocrática y evidentemente sesgada– se equipara a la del crítico cinematográfico, figura que en la concepción de la cineasta podría tener una influencia aún mayor que la del censor, una que Enid toma con profunda solemnidad: I do it to protect people. Se aprecia el mensaje, sin embargo, Censor sería una mejor película si intentara perderse más en el encanto de su género –como lo hizo Peter Strickland en Berberian Sound Studio (2012)– que tratar de defenderlo.

Cryptozoo
Dir. Dash Shaw

La psicodelia en el cine usualmente se conforma con la estimulación visual sin ofrecer mucho más. Usualmente dicha estimulación demanda el acompañamiento de un estado mental que admita todo lo que podría pasar en una película, como sucede con Cryptozoo del animador Dash Shaw. Ésta plantea un viaje atravesado por la mística, la mitología y el hipismo contemporáneo que no está muy seguro de qué es aquello contra lo que se rebela, considerando que el capitalismo actual los atraviesa a incluso a ellos. Partiendo de dicha confusión, la animación de Creshaw sigue la búsqueda de un extraño animal llamado Baku que come las pesadillas, perteneciente a la especie de los criptidos, creaturas cuya existencia no está comprobada –como unicornios, pegasos, sátiros o gorgones–. La odisea por hallar al baku confronta a Lauren, una joven militar que ha creado un zoológico para proteger a estas criaturas, mientras un grupo de mercenarios busca hacerse del animal para poder explotar sus capacidades y “eliminar los sueños de la contracultura”.

Más preocupada por atiborrar la historia que por construirla, la película de Creshaw se concentra en una crear una sobre estimulación visual con la complejidad discursiva de Avatar (Cameron, 2009), aspirando a una identidad visual tan distintiva como la de Yellow Submarine (Dunning, 1968). Aunque está supuestamente dirigida a adultos, no genera esa misma mezcla de horror y fascinación, a lo mucho despierta una discreta curiosidad que no deja impresión a pesar de la saturación. Resulta paradójico, y hasta cierto punto adecuado, que la película se centre en la búsqueda de una criatura que se alimenta de imágenes oníricas, porque al parecer el baku se las comió todas antes de la proyección.

How It Ends
Dir. Daryl Wein & Zoe Lister-Jones

Cada vez será más común ver películas que aborden la angustia de un eventual apocalipsis desde una variedad de perspectivas, yendo de las trágicas y solemnes hasta las que lo abordan con matices más melancólicos u optimistas, como lo intentan Daryl Wein y Zoe Lister-Jones en How it ends. Como otras películas similares, tiene la convicción de que basta la nobleza de sus intenciones y lo “ingenioso” de su concepto para poder llegar a algo concreto o algo parecido a una película.

Cercana a un piloto de una serie de televisión que difícilmente verá una temporada completa, How it ends sucede en el último día de la humanidad ante la inminente llegada de un asteroide, siguiendo el trayecto de Liza (Zoe Lister-Jones) a una fiesta en la que su acompañante será ella misma a los 17 años (Cailee Spaeny).

La película se centra en los reencuentros que ambas tienen con familiares, amigos y parejas, interpretados por una serie de celebridades de la lista B como Charlie Day, Nick Kroll y Fred Armisen, entre algunas más notables como Olivia Wilde o Helen Hunt. Quizás en su esfuerzo por mantenerse optimista, el largometraje se convierte en un ejercicio terriblemente banal, revelando involuntariamente que el fin del mundo, tristemente, no nos hará ni más sabios ni más maduros.

Strawberry Mansion
Dir. Kentucker Audley & Albert Birney

No hay cine que sostenga lo que sucede en Strawberry Mansion, aún sí está repleta de imágenes y conceptos que se ostentan como “cinematográficos”. La película cuenta con una premisa atractiva que se agota en sí misma, es decir, no hace más que crear postales saturadas e híper estilizadas de su trama, mostrando un desinterés total en su desarrollo. Strawberry Mansion se ubica en un futuro distópico en el que el gobierno (nuestro villano favorito) cuenta con mecanismos para registrar los sueños y así cobrar un impuesto por ellos, esto provoca que un auditor (Kentucker Audley) quede atrapado en las ensoñaciones de una excéntrica anciana.

Strawberry Mansion lanza imágenes filmadas sin el menor cuidado del encuadre o la construcción del plano y más bien enfoca su esfuerzo en saturar lo que hay en él. A diferencia de los trabajos del francés Bertand Mandico –también concentrados en el barroquismo visual y narrativo– o de Michel Gondry que parecen ser una influencia importante, Audley y Birney solamente suman elementos sin integrarlos. El problema con Strawberry Mansion no es su carencia de lógica o su compromiso con lo bizarro, sino la ausencia total de una visión que sostenga y contenga sus ideas. ¿Qué valor puede tener un sueño si se registra exactamente igual estando despierto?

Knackningar
Dir. Frida Kempff

La cineasta Frida Kempff persigue en Knackningar un miedo muy particular, el mismo que persiguió su compatriota Ingmar Bergman en Ansikte Mot Ansikte (1976), uno cuya intangibilidad lo vuelve mucho más amenazante. En la película de Kempff, Molly (Cecilia Milocco) acaba de salir de un hospital psiquiátrico (donde pasan películas de Bergman, por cierto) después de una intensa crisis nerviosa ocasionada por la pérdida de su pareja en un traumático accidente, no obstante una vez que llega a su departamento comienza a escuchar un extraño toquido en las paredes.

Kempff desarrolla su película alrededor del estigma social asociado a la enfermedad mental mientras  trata de mantener el misterio respecto a la fragilidad mental de Molly y el perturbador sonido que gradualmente toma dominio no sólo de su mente, sino de su cuerpo. Existe un juego entre lo sobrenatural y lo mental que, aunque quizá no llega a ser particularmente novedoso o revelador, actualiza las preocupaciones de Bergman para audiencias contemporáneas, procurando no romper la duda respecto al misterio del miedo.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

KNOCKING by Frida Kempff from european film promotion on Vimeo.

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