Spider-Man: A Través Del Spider-Verso y la reivindicación del error

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Cuando Miles Morales (Shameik Moore) nos dice al final de la primera entrega del Spider-VerseSpider-Man: Un nuevo universo (Spider-Man: Into the Spider-Verse, 2018)– que cualquiera puede usar la máscara, nos muestra el abismo, el salto que el Loco debe dar para comenzar su camino. ¿Cuántas veces comenzamos una praxis? ¿Cuántas son relevantes para la cotidianidad? ¿Cuántas son relevantes para el buen morir? ¿El abismo de Morales se agota en la decisión de ser un Spider-Man? Esta es una de las preguntas que los directores Joaquim Dos Santos, Justin K Thompson, Kemp Powers y los guionistas Christopher Miller, Phil Lord y David Callaham se plantean para guiar la segunda entrega de la trilogía. Mirar el abismo no es suficiente y usar la máscara tampoco; hay que decidir cómo usarla.

Abrir la puerta del Multiverso es abrir el infinito y el problema no son las posibilidades, sino las decisiones. Ahí descansa el truco del mago; ahí descansa el temple de los directores Dos Santos, Thompson y Powers y ahí descansa la fortaleza de Morales. En un escenario tan amplio y con tanta cultura popular de los cómics en juego, la narrativa podría diluirse de tal manera que la relevancia sólo fuera de carácter visual; pero la firmeza de la dirección permite un espectro de fractales que se desdoblan y vuelven a ensamblarse en un ritmo vertiginoso pero sólido.

Cuando The Spot (Jason Schwartzman) aparece en escena para detonar las posibilidades del multiverso, pareciera sólo una excusa para fortalecer la premisa; sin embargo, la secuencia en la que se patea a sí mismo para meterse dentro de sí-mismo, abre de manera lúdica y gráfica las aristas en las que se pueden plantear otro tipo de realidades. Uno de los grandes aciertos de las películas animadas de la última década (Soul, Pete Docter, 2020; Wolfwalkers, Tomm Moore, Ross Stewart) ha sido, precisamente, el planteamiento de imaginarios con reglas propias interactuando con el imaginario que obedece a la materialidad de las 3 dimensiones. Spider-Man: A Través Del Spider-Verso (Spider-Man: Across the Spider-Verse, 2023) ensambla la disrupción visual de diversos estilos de animación con una edición dúctil acompañada de un soundtrack que también tiene su articulación narrativa. El triángulo de directores decide tomarse muy enserio la ludicidad que se respira en el centro de Spider-Man, para desembocar en un trabajo que por momentos es entrañable y en otros teórico, pero abrazados a una visualidad que nunca pierde de vista el juego.

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En una secuencia que recuerda a Matrix (hermanas Wachowski, 1999), el Spider-Man–Heimdall, desglosa cómo está conformado el Spider-Verse: primero la nada y, luego, las conexiones: una red que se va desdoblando en otras redes que forman más conexiones y cómo esas coyunturas establecen los nodos que todos los Spider-Man comparten: el dolor. La vida es dolorosa cuando los tío Ben mueren, cuando herimos a nuestros Harry, o cuando las MJ deciden no compartir más nuestro camino. Sin embargo, siempre está la posibilidad de la reivindicación, de volverse una anomalía en la Matrix y tomar una decisión sobre el sufrimiento; llevarlo al fuego del corazón y la alquimia.

Los fractales que Spider-Man: Across the Spider-Verse desdobla, lejos de ponerse teóricos, tienen un correlato material y cotidiano, que es en donde Morales se juega su praxis; es por ese cotidiano que puede enfrentar todo aquello que amenaza la vida y el equilibrio. Sin el discurso de su mamá (Luna Laura), o el de Peter B Parker (Jake Johnson) o el último que tuvo con su tío Aaron (Mahershala Ali), tal vez Miles hubiera decidido diferente cuando se enfrenta con el Spiderman repleto de memoria, de memoria oscura, de memoria densa; de memoria rencorosa. Miguel O’Hara (Oscar Isaac, como Spider-Man 2099) se vuelve el vigilante que termina de tomarse en serio a sí mismo y que no puede ver más allá de su dolor. ¿Es posible controlar el destino? O’Hara piensa que debe mantener el orden de la secuencia, que los errores no pueden existir dentro de un mundo determinado. Quizá, su determinismo, más cercano al calvinismo que al causal, lo lleva a convertirse en el policía de las buenas costumbres que los Spider-Man deben llevar; si O’Hara tuviera Twitter se quejaría sin parar para que el mundo supiera que es un héroe.

Allí donde O’Hara ve una anomalía, descansa una necesidad. Miles deviene una resistencia, un rebelde empujado por la memoria amorosa, por el sentido de pertenencia. Ser parte de un colectivo, tener a tu clika, tener a quién chiflarle cuando la vida se pone oscura, es la apuesta que Gwen Stacy (Hailee Steinfeld) termina por articular. El error se cuela en la grieta y termina por reventar un aparente orden, una artificialidad sostenida más por status quo, que por voluntad. Spider-Man: Across the Spider-Verse plantea no sólo una apuesta visual propia de nuestra contemporaneidad, sino una narrativa que acompaña las búsquedas que han ido emergiendo con más fuerza y ritmo en las últimas décadas. La resistencia va a acompañada de valor y fuego creativo, pero sobre todo, de una colectividad que sabe que no va sola.

Por Icnitl Ytzamat-ul Contreras García (@mariodelacerna)

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