‘Sólo Dios perdona’: Las tinieblas a detalle

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Un acto de exploración…un acto de sumisión

Muchas veces el hombre ha querido batirse a golpes con Dios por una amplia gama de motivos, particularmente como un acto de retribución de cantidades inimaginables de hombres que se niegan a adoptar ciegamente el rol de Job que el aleatoriamente cruel infortunio divino parece asignarles con vehemencia. Nicolas Winding Refn, el laureado director de origen danés, ahora cotizado desde su oda en neón Drive, que lo hizo acreedor al premio de mejor director en el Festival de Cannes de 2011, nos invita a una infernal sesión hipnótica bajo los preceptos teóricos de la psicomagia, como fue concebida por Alejandro Jodorowski (a quien la cinta se encuentra dedicada).

La fuga es hacia dentro. Hipnosis a la audiencia.

La fuga es hacia dentro. Hipnosis a la audiencia.

Mucho se ha hablado de la apabullante presentación formal de la cinta, que ciertamente ha dejado perplejo a más de un espectador con sus retozante lirismo a la Wong Kar Wai, el diseño sonoro sacado de los momentos más desorientadores de Eraserhead (1977) de Lynch o la impresionante banda sonora de Cliff Martinez, rica en atmósferas y textura. Pero todo ello resulta adicional a lo que Winding Refn hace en esta explosión de estetismo infernal: la hipnosis y la subyugación del inconsciente de una manera que resulta hermanarla con un trabajo de elegante hechura como L´Anné Derniere a Marienbad (1961) del galo Alain Resnais. “El punto de fuga es siempre central” me señalaba un amigo recientemente, aspecto visual que resulta esencial para emprender el taciturno viaje que nos espera en las detalladas tinieblas. Su profundo rojo despierta las fantasías más salvajes de violencia mientras que su azul nos establece el tono del deseo.

Cachondeando a la madre. El Incesto en Rojo.

Cachondeando a la madre. El Incesto en Rojo.

La venganza motiva a los personajes, pero Refn eleva la violencia a niveles de contemplación espiritual que se confunden con preciosismo, éticamente un alegato menos objetable. La historia de Julian (silente Ryan Gosling), un joven que está envuelto en el mundo de las peleas clandestinas en Bangkok junto a su hermano Billy, comienza cuando éste último se quiere merendar a una joven de 14 años. Después de haber violado y matado a una joven de 16, Billy es asesinado por Chang (Vithaya Panringarm), un policía tailandés quien se vuelve objeto del sediento ímpetu de venganza de una madre perversa (brillantemente hipersexualizada Kristin Scott Thomas).

El acto simbólico. El ritual psicomágico.

El acto simbólico. El ritual psicomágico.

Para la venganza, las manos resultan elementos instrumentales, en la psicomagia, la mano abierta es sumisión y el puño cerrado es agresión. Esta es una cinta que cuando abre las manos sufre una violenta castración, por ello la contención es vital para que la cinta camine. La violencia explota y llega a ser insoportable al grado de ser castigados por ver esta violencia, no sólo los personajes de la cinta, también el espectador. La violencia excesiva se apoya en el asiafílico diseño de producción rebosante en oscura simetría, en un envidiable sentido de composición y framing así como pequeños interludios musicales que evocan el mágico absurdo de cintas como The Hole (1999) o The Wayward Cloud (2005) de Tsai Min Liang.

En la psicomagia, los actos simbólicos son interpretados como reales por el inconsciente, lo cual puede llevar a cambios profundos en la actividad del elusivo misterio inconsciente. Sólo Dios perdona (Only God Forgives) hace patente esta máxima y la lleva a niveles insospechados de belleza, una belleza que nos resulta obscenamente atrayente pero repelente. Ésta es la exploración de una corta genealogía edípica en la que abundan conexiones psicotizadas y una galería arquetípica antes que personajes que responde a una narrativa clásica. Una madre seductora que compara a sus hijos en base al tamaño del pene, un hijo castrado, un hijo psicótico, un policía moral que parece cumplir las funciones de un implacable súper yo que sanitiza con enfermedad. Lo que vemos no es una narrativa clásica más que la distensión de una pesadilla que habla de manera más  elocuente en sus silencios que en su verbo y en la que la atmósfera ahoga al personaje y nos deja con figuras que asemejan conceptos que se mueven en lo que Jung denominó el “inconsciente colectivo”.

La bella presentación de objetable representación

La bella presentación de objetable representación

La génesis de la violencia siempre resulta visual, es el resultado de un estímulo que despierta reacciones de rechazo automáticas que de manera gradual y peligrosamente imperceptible se convierten en la mórbida fascinación que resulta cuestionable desde un punto de vista moral. Refn nos expone a una violencia estilizada que resulta significativa por ser más eficiente que instumental. La violencia viene del sable, la espada o el puño cerrado, extensiones de la voluntad agresiva que es cercana al ser humano en todo momento. Se construye en torno de la agresión para inevitablemente ser cercenada por una autoridad amoral. No hay más luz en esta penumbra mental.

Ésta resulta una película personal y cercana al polarizante Winding Refn, quien ha rechazado en más de una ocasión ceder ante la tentación de la maquinaria hollywoodense que reprimiría su peculiar visión para adecuarse a preceptos de mercado internacional. Dentro de su impresionante cuerpo de trabajo, Winding Refn se acerca más al barbárico sensorial de Valhalla Rising (2009) que la estética servicial de Drive (2011), retomando de manera exitosa la fórmula visual que resultó infructuosa en su Fear X (2003) otra cinta que buscaba desesperadamente una atmósfera para cubrir un enorme hueco narrativo.

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Después de la exploración, la rendición.

Al salir del trance se genera un profundo estado de desorientación, confusión y malestar general. Las quejas recurrentes sobre Only God Forgives resultan girar sobre los mismos ejes, aquí no puede existir una narrativa anclada porque esto es un ejercicio de destilación emocional a nivel meramente personal. Quizá no podamos echarnos un tiro con el Divino, pero podemos buscar en las entrañas de nuestros antepasados ese elemento de culpa que exorciza las emociones más macabras como el pequeño Julian lo hace en la cinta. Pero no existe necesidad de sentirse mal por ello, después de todo, sólo Dios perdona.

Y si no te parece…. ¿Wanna fight?

Por JJ Negrete (@jjnegretec)
Ésta es una reedición de nuestra cobertura del GIFF.

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