‘El Hobbit: La desolación de Smaug’: El vértigo del oro

Justo la Navidad de hace diez años fue cuando llegó a majestuoso término lo que se consideró una de las trilogías más importantes en la historia del cine, a manos del director neozelandés Peter Jackson, que en ese entonces se convertía en un auténtico ídolo geek gracias la asombrosa pericia, enciclopédica sapiencia e imponente talento. The Return of The King (2003) se alzaba como el cierre épico de una serie redonda, aclamada y multipremiada que se llevó junto a sí una imagen perdurable del mundo creado por el escritor J.R.R. Tolkien, que en adelante habría de perseguir nuestra nostalgia y proveer oportunidades a infinidad de parias sociales de vestir mallas, capas y orejas élficas en público, sin empacho alguno.

El legado de la serie original de The Lord of the Rings pesa demasiado y abruma a la nueva serie de entregas basadas en The Hobbit, también dirigidas por Peter Jackson, quien, después de la impía laceración crítica sufrida por la primera parte The Hobbit: An Unexpected Journey (2012), parece que tomó concienzudo apunte de las quejas recurrentes (¡Muchos enanos! ¡Comen mucho! ¡No pasa nada! ¡Me dormí!) y pareció inyectarle una peligrosa dosis de adrenalina a su montaje, ninguna digresión narrativa de más de tres minutos y mantener un ritmo impecable durante las casi tres horas de duración de la cinta. La cuestión es que predomina el montaje sobre el personaje y el setpiece sobre la construcción. The Desolation of Smaug es vibrante pero carente de una palpable ancla narrativa.

Jackson parece estar perdido al alejarse de la fórmula utilizada en su primera trilogía, por lo que después de seguir un solo eje narrativo en An Unexpected Journey, lo deshace para mostrarnos hasta cuatro en La desolación de Smaug, y usando como distractor los “cameos” y referencias a personajes de la trilogía anterior que nos hacen suspirar por glorias añejas, nos evita hacer un vínculo significativo con alguno de los personajes nuevos e incluso con los que ya habíamos tenido el gusto (los reto a nombrar más de tres de los enanos).

Pero lo que perdimos en cuidadosa construcción de personaje, lo ganamos en impecable acción. Jackson se mantiene como uno de los visionarios más útiles de Hollywood, más un brillante ingeniero que artista, al crear despampanantes setpieces como la trepidante secuencia de los barriles élficos en el río (con una fugaz y  audazmente desconcertante integración de cámara subjetiva) o las fundidoras de Erebor, opacando a lo alcanzado en las delirantes persecuciones de Spielberg en la reciente The Adventures of Tin Tin (2011), que toma como escuela fundamental al Spielberg joven de la trilogía de Indiana Jones. La coreografía orquestada por Jackson es de una precisión puntual que impresiona aun más que los siempre pulcros efectos especiales.

Algo que siempre había sido clave en la construcción de una trilogía como The Lord of the Rings era el ambiente ominoso, el silencio antes del caos que se sentía en las inminentes apariciones de una colosal amenaza, un suspenso de alto calibre que se veía reflejado en un oponente de contundente fuerza. En este filme, la oscura majestuosidad se hace presente en implacables orcos con sed de sangre de enano, egoístas narcisos élficos, un ambiguo “nigromante” y, sobre todo, un avaro dragón que yace tendido sobre enorme y estoica riqueza.

Smaug (interpretado por Benedict Cumberbatch) es un personaje que probablemente carece de una profundidad y dimensionalidad correspondiente a su impresionante sagacidad y su imponente presencia física. Esta bestia sumida en riqueza es muestra de los alcances que la tecnología en CGI puede lograr junto con un enorme talento humano detrás en la creación. Cumberbatch, con su sofisticada y dúctil voz hace de Smaug un personaje memorable, confiando en la enunciación y la intención dramática como sus más incendiarias armas.

The Desolation of Smaug representa , sin duda, una notable mejora sobre los problemas que amplios sectores de la crítica y la audiencia señalaron en la entrega anterior de The Hobbit, que hubieran quedado olvidadas, y recapturado algo de la vieja magia si hubieran sido únicamente dos partes, como estaba programado, lo que hace que Smaug sufra de una terrible intransigencia que la hace ser no más que un puente narrativo, una aventura muy disfrutable el cruzarlo, pero al que difícilmente voltearemos a ver de nuevo en nuestra ruta al final. Dejad que los  productores se inunden de oro, cuales bestias que escupen fuego.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

    Related Posts

    ‘Doctor Strange: Hechicero supremo’: El viejo truco del nuevo mago
    Spielberg, Scorsese y más apoyan VOD para estrenos
    ‘Pacto criminal’: Anécdota de gángster
    Nuevo avance de ‘Zoolander 2’
    8 nuevos clips, ¡8!, de ‘Black Mass’, con Johnny Depp
    Johnny Depp aterroriza Boston en el tráiler de ‘Black Mass’

    Leave a Reply