El ideal de un movimiento suele perder fuerza después de cierto tiempo, la apatía misma de aquellos que lo inician así como el tedio, el cansancio y la incapacidad de innovar y presentar vigorosas novedades. Algo como el punk parece haber ya expirado y tomado un lugar prototípico como expresión de ira y absurdo adolescente. Después de haber visto una revigorización nostálgica del mito punk en ¡Somos lo mejor! (Vi ar bäst, 2013) de Lukas Moodyson, el cineasta Samuel Kishi Leopo se apega al lenguaje viral para presentar a un grupo de jóvenes incoherentemente mordaces, rodeados por un ideal, que más allá de ser musical, es moral.
Después de presentarse con nulos números de audiencia en un evento local, el grupo musical punk Somos Mari Pepa recibe una invitación para participar en una guerra de bandas, el problema es que únicamente cuentan con una canción en su repertorio, por lo que deben juntarse en un sucio y pequeño cuarto para crear las melodías y letras de sus miedos, ansiedades y deseos.
Kishi presenta los mundos adolescente y adulto mediante atinados contrastes aurales y sútiles cambios visuales, ya sea mediante una tangible rigidez en la composición de ciertas tomas o mediante la creación de espacios como el cuarto de Alex, joven líder de la banda. La experiencia de Kishi como artista visual se presta al servicio del filme, sin atisbos de exageración gratuita, creando mundos orgánicos y texturizados, usando de manera inteligente la iconografía clásica punk. Un espacio de fantasías posterizadas.
La dinámica entre los actores jóvenes es natural, cruda y atmosférica en el sentido de complicidad. Este grupo crea sus propias letras, sus propias identidades (El Pampers, por ejemplo), alburean con brío, mamasean (“Gueraza…ven por tu masa”) y echan un desmadre auténtico y entrañable. Cuando el mundo adulto con su despedazador peso emerge en la vida de este grupo de jóvenes en la forma de batallas de volumen, insulsos trabajos, presiones educativas, pueriles novias o nefastas estafas en presuntas entrevistas de trabajo. El mundo adulto se encarga de sepultar la creativa destrucción de Mari Pepa.
Un filme de escatología técnica, sabiduría callejera, irreverencia y, al final, de inesperado contacto, humanidad y cercanía. Después del ejercicio de contención y expulsión de furia, el filme cierra con una dedicatoria a nuestros padres y abuelos, quienes, a diario, fomentan la existencia de la anarquía.
Por JJ Negrete (@jjnegretec)
Ésta es una reedición de nuestra cobertura del FICUNAM.