El trabajo más reciente del cineasta coreano Bong Joon-ho (Memories of Murder), Parásitos (Gisaengchung, 2019), cuenta una anécdota que, posiblemente, hará eco en muchas partes del mundo: en un apretado sótano, localizado en una colonia pobre de Seúl, viven los cuatro integrantes de la familia Kim, el clan padece los efectos del desempleo y aprovecha cualquier medio a su disposición para sobrevivir. Cuando al hijo, Ki-woo (Woo-sik Choi), le ofrecen ser tutor de una ingenua familia rica, los Park, con ellos los Kim encontrarán su oportunidad para escapar de la desesperación, sin inmutarse demasiado por las consecuencias de sus actos.

La película, ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes, sigue la línea marcada por Bong en sus filmes anteriores: una cóctel de entretenimiento y crítica social, como sucedía con el apocalíptico tren de El expreso del miedo (Snowpiercer, 2013) y sus espectaculares escenas de acción, o en la cinta de aventuras Okja (2018), vehículo de un crudo mensaje pro ambientalista. Aquí los conceptos se expresan a través de los espacios que habitan los personajes, sólo en un par ocasiones los vemos interactuar fuera de los interiores de sus hogares o del lujoso automóvil de los Park, y las consecuencias de dichos hogares en sus vidas.

Bong Joon-ho coloca a los Kim en un sótano hacinado, apretado y lleno de objetos (incluyendo algunas doradas medallas deportivas, insinuando que los Kim tuvieron mejores tiempos). El baño, único lugar de la casa donde pueden robar Wi-Fi de una cafetería cercana, obliga a sus usuarios a chocar cabeza con el techo, por ejemplo. Una imagen de la precariedad social que, sin duda, ha hecho eco en otras partes del mundo, vivir como ratones nos hermana entre naciones.

Los Park, por su parte, ocupan una bella residencia en un acomodado distrito de Seúl, amplia y de marcadas líneas es una residencia moderna (o que, al menos, se aprovecha de nuestra idea de modernidad) donde nunca hay platos sucios sobre la mesa y todo parece estar acomodado de manera permanente. Una aspiración imposible de obtener en las desigualdades del capitalismo.

Este contraste entre ambos núcleos llevó a algunos a comparar Parásitos con US (2019), de Jordan Peele, donde una familia ve su tranquilidad amenazada por la presencia de una idéntica familia que ha subsistido en el subsuelo. Aunque hay líneas estéticas que conectan a ambas películas, el trabajo de Bong parece estar más cercano a Viridiana (1961) –Luis Buñuel sigue ganando la carrera de la mordacidad en contra de la burguesía por varios palmos– o Borgman (2013), de Alex van Warmerdam, con su encantador vagabundo invasor de hogares acomodados.

Estas ideas de injusticia social son expresadas, y contenidas, en la secuencia clave de Parásitos: un torrencial aguacero, visto por una de las dos facciones como algo hermoso, disfrutable y significativo (“fue como un milagro”); mientras que del otro lado de la ciudad, cientos agonizan ante la impresionante subida el agua. Dos perspectivas de nuestra actualidad, en apariencia, incapaces de conciliarse porque la brecha social es infranqueable.

Así Bong Joon-ho encapsula aquello que el humor parece evitar abordar de frente: una sociedad, a todos niveles, sólo preocupada por su proximidad, sea una llena de dinero o de carencias. Quizás el mensaje se diluya porque el realizador coreano hace de los Park la ingenuidad encarnada –millonarios bien intencionados ignorantes de las estructuras sociales que los mantienen en su posición de privilegio– y el final se acerca a cierta tendencia melodramática del cine coreano de las últimas dos décadas –similar al último aliento de Burning (2018)–. No obstante, Bong ha creado un relato que funciona como espejo de nuestros turbulentos tiempos, uno donde resulta imposible escapar del subsuelo.

Por Rafael Paz
Publicado originalmente en Forbes México Digital.

    Related Posts

    Metáforas desbordadas en el FICM
    Diarios de Cannes – Día 7
    MUBI Presenta: ‘Memories of Murder’ de Bong Joon-ho
    ‘Okja’: Nobleza voraz
    Cannes, día 3: Esperen, se pausó mi streaming
    ¿Cómo le fue a ‘Okja’ en Cannes?