‘Pánico 5 Bravo’: Envoltura americana

Hace algunos años había ciertos temas o géneros que en el cine mexicano era prácticamente “prohibido” abordar. Hacer un filme de denuncia social, drama o comedia de enredos era una apuesta segura para acertar en taquilla; sin embargo, era complicado venderle al público un thriller o sci-fi mexicano, puesto que era difícil que la audiencia aceptara que dichas historias ocurrieran en las calles de nuestro país.

Con el tiempo, el público mexicano fue madurando junto con las producciones nacionales, de modo que la aceptación de la audiencia hacia estos géneros es mayor (o cuando menos más aceptable) que hace algunos años. Pánico 5 Bravo es uno de esos filmes que cinco años atrás no hubiera funcionado, pues aunque sea un filme rodado en inglés, es una película mexicana empaquetada para el público americano.

He aquí el que probablemente sea el principal problema de dicha producción, puesto que pareciera que en todo momento quiere agradar y llegar a la audiencia estadounidense cuando probablemente el público mexicano sea su principal receptor. La película en todo momento pretende emular los thriller policiacos del cine estadounidense –y aunque lo consigue en varios momentos– en ocasiones el público se pregunta qué tan malo hubiera sido rodar esta cinta en español y darle cuando menos un tono más mexicano (hubiera sido posible ajustando un poco el argumento).

“El objetivo principal de esta cinta es entretener”, afirmó el director/guionista/actor Kuno Becker a los asistentes, previo a que se proyectara la película en la función de prensa, una aparente justificación para subrayar que la función principal de una película es ésa cuando no puede funcionar como denuncia social o no invita a la reflexión, como se tenía planeado.

Cuando se tiene un argumento simple como en el caso de de Pánico 5 Bravo, lo que realmente cuenta es la habilidad del guionista o director para hacer de la experiencia algo memorable. La película sucede en tiempo real y empieza con acertado ritmo, introduciendo al público con naturalidad a la rutina de ese equipo de paramédicos.

El planteamiento e inicio de la proyección hace desaparecer momentáneamente la duda sobre la versatilidad de Becker al momento de ejercer diversas funciones, puesto que el director y actor acierta provocando que sintamos que se está presenciado una grabación real ante la naturalidad con la que se ejecuta dicha primera parte. Esos primeros 30 minutos están verdaderamente bien llevados, logrando una atmósfera de tensión e incertidumbre ante lo que está sucediendo. El director aprovecha muy bien el reducido espacio para crear un ambiente lleno de claustrofobia, utilizando perfectamente efectos sonoros, el montaje, la fotografía  y la ágil edición, recordando al trabajo en filmes de similar naturaleza como Panic Room o Buried.

El problema empieza cuando la película quiere parecerse a los thrillers americanos y empieza a desbaratar, con unos innecesarios y forzados giros de guión, aquella atmósfera previamente conseguida. Becker empieza a ofrecer algunas sorpresas dentro de la historia que en vez de provocar el impacto del público, hace perder la credibilidad de la trama a la vez que se pierda el interés en lo que sucede, puesto que tienen lugar situaciones que sólo dan vuelta al mismo punto con tal de estirar el metraje.

Otro problema es la falta de consistencia de algunos personajes, sobre todo Bobby (interpretado por una muy cumplidora Aurora Papile), que tiene un momento revelador que poca lógica tiene respecto al argumento. Este y otro sinfín de situaciones carentes de sentido y mal conectadas con la trama hacen que la película se vaya derrumbado hasta un final carente de fuerza y difuso, en el que el público sólo espera impaciente los créditos finales después de que toda la emoción conseguida en un principio se ha evaporado.

De igual forma, es reprochable la cantidad de comentarios racistas hacia los mexicanos que abundan en el filme, otro ejemplo más de que Becker procuró generar empatía primero con la audiencia americana antes que con la mexicana. Dicha situación procura ser subsanada con el hecho de que el personaje de Becker es mexicano, pero de cualquier forma, en todo momento, parecería que los americanos son víctimas de las circunstancias por haber querido ser héroes adentrándose en los turbios territorios mexicanos. En realidad, siendo la película una producción nacional, se esperaría que la crítica fuera más imparcial hacia el problema del narcotráfico, cuando en Pánico 5 Bravo pareciera atribuir toda responsabilidad de dicha problemática al suelo mexicano.

Por Víctor López Velarde Santibáñez (@VictorVSant)

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